De la izquierda independiente y popular en 2001, a la integración definitiva a una de las fuerzas políticas más importantes del país. Ese es el trayecto que recorrió
Jonathan Thea, desde la militancia estudiantil contra la Ley Federal de Educación, la de construcción de espacios de organización territorial y cultural hasta que 2006 fundó El Frente Cultural Raymundo Gleyzer y en 2014 con otros compañeros y compañeras la organización política Seamos Libres. Ayer,
a través de su Congreso Nacional SL se integró definitivamente al Movimiento Evita y Jonathan Thea se transformó en el nuevo Secretario General del Movimiento en la Ciudad de Buenos Aires.
Jonathan se define como parte de una generación que por mucho tiempo se consideró crítica de las estructuras tradicionales. Hoy resalta la importancia de la heterogeneidad de los sectores políticos y los movimientos sociales que forman parte del
Frente de Todos, aunque, para atravesar esta nueva etapa política cree que “la fragmentación no ayuda”, y por eso definió la incorporación de su organización al Evita.
En sus respuestas aparece la necesidad de alcanzar consensos estratégicos y de proyectar la Argentina de acá a 20 o 30 años. Hoy trabaja como Director General de Coordinación Institucional en Jefatura de Gabinete de Ministros, pero “no dejo de ser un militante de una organización del campo popular”, sostiene.
¿Cuáles son las principales problemáticas que la pandemia pone de manifiesto en la Argentina?
La pandemia en la Argentina visibiliza la enorme desigualdad que existe y sus niveles de pobreza estructural. También ha vuelto visible para toda la sociedad a los millones de trabajadores y trabajadoras que están por fuera del mercado formal; los trabajadores de la economía popular. Desde el Gobierno nacional se diseñó un programa de Ingreso Familiar de Emergencia (IFE) para 3.500.000 trabajadores y se terminaron anotando 12.000.000. Evidentemente hay una realidad en el trabajo no registrado que, por momentos, nos cuesta dimensionar.
Por otro lado, la pandemia explicita la necesidad del Estado como el principal ordenador de los destinos del país, dialogando con las organizaciones sectoriales y trabajando en conjunto. También, pone de manifiesto el lugar importantísimo que tienen los movimientos sociales en el territorio, y el valor del sistema público en áreas muy sensibles como la salud y la educación.
Es paradigmático lo que sucedió con el IFE. Eso te demuestra la cantidad de trabajadores y trabajadoras que quedan por fuera del mercado formal, y que igualmente algún tipo de trabajo desarrollan. Esos compañeros no son desocupados, son trabajadores que lo hacen de una manera distinta, autónoma.
A partir de los problemas estructurales que mencionás, ¿crees que el 10 de diciembre de 2019 arrancó una nueva etapa política en Argentina?
En principio nosotros logramos construir algo que no se venía pudiendo hacer, por lo menos en los últimos 10 años, que es la unidad de todo nuestro espacio político. Y cuando hablo de unidad no me refiero solo a Cristina, a Alberto, y a Sergio Massa. Me refiero a que logramos construir una unidad muchísimo más grande, que excede a las estructuras partidarias.
Construimos una inteligencia donde logramos contener en un espacio común a los movimientos sociales, que plantearon el emergente más nítido de los últimos tiempos que es el trabajador de la economía popular, que cada uno le podrá decir de distinta manera, pero ese trabajador está, existe.
También integramos a los colectivos feministas, que en su mayoría están nucleados en el Frente de Todos. Las CGT, las CTA, los gobernadores, sectores de la producción. Logramos construir un frente muy fuerte y heterogéneo. Eso es una novedad para nosotros. Además, eso no refiere solo a la inteligencia electoral y a ganar las elecciones, tiene que ver con haber logrado un espacio político muy potente.
¿Cuáles son las principales características de la herencia recibida?
La herencia recibida tiene muchas dificultades. Más de las que muchos se imaginan, pero nuestra tarea política nunca pasó por llorar penas, sino por resolver problemas. Sin embargo, al poco tiempo de haber asumido aparece la pandemia y eso desordenó un poco todo. Esta es la realidad. Nuestro gobierno tiene más tiempo de pandemia que de no pandemia. Sin embargo, creo que esta situación adversa, al no haber sido una situación de crisis absoluta, nos va a dar más fortalezas para encarar lo que viene. Vamos a tener más fuerza para salir adelante.
Desde nuestra perspectiva, tenemos que sacar a flote el país y llevar adelante transformaciones estructurales. Para eso es necesario construir condiciones, y está claro que el 11 de diciembre, por poner una fecha, esas condiciones aún no estaban y no están. De hecho, las dificultades están a la vista y todavía nos cuesta y se nos dificulta llevar adelante algunas medidas. A pesar de eso, se lograron cosas muy buenas como gestionar una pandemia sin precedentes, el consenso junto a los distintos actores de nuestra coalición, el acuerdo alcanzado con los acreedores.
Lo cierto es que estamos en una muy buena condición. Tenemos expectativas de cara a lo que se viene. Al mismo tiempo, no va a ser fácil. Vamos a terminar con un 63% de los pibes y pibas pobres. Vamos a terminar con una situación difícil, pero con condiciones para recuperarnos pronto.
Hiciste referencia a la heterogeneidad de la coalición de Gobierno, ¿cómo caracterizás a los distintos actores que forman parte de esta coalición?
El Frente de Todos en 2019 muestra la necesidad de la unidad en la política argentina, incluso como en su momento la logró Cambiemos. Ahora la discusión pasa por dónde deben hacerse las transformaciones que necesita la Argentina. En este sentido, este frente expresa la potencia de la heterogeneidad para ganar elecciones, y ahora está demostrando su capacidad para gobernar el país. No son exactamente lo mismo estas capacidades, tal vez con otra coalición ganábamos, pero nos hubiese costado mucho más gobernar.
Por ejemplo: la negociación con los acreedores externos la llevó a cabo Alberto y Guzmán. No caben dudas de eso. Pero hubo dirigentes de nuestra fuerza que pusieron a disposición un conjunto de vínculos y relaciones para que esto pueda salir adelante. Si hubiera sido otro el escenario, capaz que no se daba de esta manera. Una cosa es ganar, otra cosa es gobernar y otra cosa es llevar adelante determinadas transformaciones.
Hay que lograr estabilizar nuestro proyecto, ese es un primer desafío. El segundo es mostrar que tenemos capacidad de gobernar, y Alberto es de los dirigentes políticos que más conocen el funcionamiento del Estado argentino. En este sentido, el tercer desafío es llevar adelante procesos de transformación y modificación vinculados a la producción, a la economía, al desarrollo.
Por eso, es importante construir consensos en la clase política sobre estas propuestas, pero además hay que tener la capacidad de construir consensos con otros sectores sociales y políticos. Con otros actores, aunque no sean parte de nuestro espacio político y que tal vez nunca lo sean. Tenemos que construir consensos, sino no vamos a tener condiciones para hacer lo que tenemos que hacer.
Cuando te referís a los consensos que hay que construir, ¿cuáles son los más importantes?
Hay un tema vinculado al esquema productivo que está dando vuelta. Ahí juegan dos actores que no tienen nada que ver el uno con el otro. Por un lado, los trabajadores de la economía popular, cómo se pliegan a un esquema productivo y no quedan al margen. En este sentido, aparece un segundo tema que es qué hacemos con la política agropecuaria.
Nosotros tenemos una condición objetiva vinculada a nuestro suelo, nuestra tierra, nuestro clima, que nos permite tener una potencia fenomenal en el marco mundial vinculado a ese tema. Por esa razón, nuestro espacio tiene que dar una discusión genuina y sin prejuicios sobre qué hacemos con esa potencialidad que tenemos. Y después, hay una nueva economía vinculada a las plataformas, a lo tecnológico, que también tenemos que abordar.
También está también la cuestión demográfica. Me parece que la pandemia demostró el hacinamiento que tenemos en el área metropolitana y en los grandes centros urbanos. Si nosotros pensamos la descentralización poblacional, esa descentralización hay que acompañarla del proyecto productivo. Y que no sea algo testimonial, sino que nosotros podamos desarrollar un plan de acá a 10, 15, 20 años donde podamos trasladar 4 millones de personas que viven en el área metropolitana. Para eso hay que tener una fuerte política vinculada a la infraestructura social, a la infraestructura productiva.
¿Hay condiciones para llevar a cabo estas transformaciones?
El desafío es que no lleguemos a suma cero. Es decir, que vayamos siempre a buscar el empate y que estemos en el empate. Entonces, si siempre vamos a estar en una tensión constante y la opción va a ser administrar lo existente, eso para nosotros es un problema. No podemos vivir de administrar el conflicto.
En este sentido, la preocupación que aparece es que el nivel de heterogeneidad no nos juegue en contra. Ahí está la voluntad de nuestros dirigentes, de tener la grandeza suficiente de poder ir resolviendo problemas. Hay una voluntad en este sentido, pero nosotros no podemos permitir que nadie se vaya de nuestra coalición de gobierno, ni tampoco podemos permitir que vivamos en un empate permanente. Esta es nuestra condición de posibilidad, y yo quiero que apostemos a construir una condición de posibilidad distinta, con todos y todas adentro.
¿Y cómo ves a la oposición, concretamente, a Juntos por el Cambio?
Así como para nosotros la heterogeneidad puede ser una fortaleza, creo que en la heterogeneidad de ellos también hay fortaleza. Que haya moderados, que haya radicalizados, que haya alguno tirándose más al centro, otro más a la derecha, eso hace que sean una coalición potente electoralmente. Hoy nada indica que se vayan a romper.
Te partís cuando crees que no podés disputar electoralmente. Por lo cual, yo veo que a pesar de sus matices, van a seguir juntos, van a ser competitivos el año que viene, y van a ser competitivos en el 2023. Al mismo tiempo, creo que nosotros tenemos que tenerle respeto a esa coalición porque tiene dirigentes con buena aceptación en un sector importante de la sociedad. Sin embargo, también creo que esas fuerzas tienen posicionamientos para con nuestro gobierno que son sumamente precarias, y creo que ese tipo de oposición no se si es la que necesita el país en un contexto como éste. Hoy, Juntos por el Cambio, es una coalición opositora fuerte y no debemos sobrar ninguna situación.
Te referiste a la nueva etapa que atraviesa la Argentina, ¿por qué se integran definitivamente al el Movimiento Evita?
El acercamiento con el Movimiento Evita viene desde el 2014. Hace años que nos venimos vinculando con ellos, con sus posicionamientos políticos, con la CTEP. Durante 12 años el Movimiento Evita estuvo parado en un mismo lugar, estuvo en la calle combatiendo al gobierno de Macri, y en el 2019 fue parte de la coalición de gobierno que ganó las elecciones. El Movimiento Evita estuvo siempre donde tenía que estar. Sin embargo, estar siempre en el lugar necesario, nunca le impidió tener planteos propios, y nunca fueron dañinos con la estrategia general. Eso es audacia política, tener iniciativa y nunca perder el protagonismo. Por supuesto que te expone a equivocaciones, pero eso le pasa a cualquier fuerza que pretenda mantenerse con nuevas demandas.
Para constituirnos como un actor político debemos ser audaces con responsabilidad. Néstor Kirchner hablaba de audacia con cálculo, y creo el Movimiento Evita es fiel a esa estrategia. Y en este sentido, creo que los compañeros que venimos de Seamos Libres venimos a aportar a la interpelación de sujetos de los grandes centros urbanos, con demandas del siglo XXI, a los jóvenes. Lo hacemos a partir de adentrarnos en la cultura, en los feminismos, en las universidades, en los ámbitos intelectuales. En proyectos productivos vinculados a lo ambiental, a lo agroecológico. De ahí intentamos dialogar con ese otro sujeto social, y queremos aportar a que desde el Movimiento Evita podamos sumar mayor representatividad política.
¿Es ésta una etapa de mayor grado de unidad entre las fuerzas?
Nosotros somos parte de un conjunto de organizaciones sociales y políticas dentro del Frente de Todos que creo que vamos a tener más fuerza si avanzamos en procesos de unidad. En este momento, la fragmentación no ayuda, y creo que no le hace bien al campo popular las micro-organizaciones. ¿Tantas diferencias hay entre nosotros? Yo creo que no.
Creo que a veces a los dirigentes les cuesta mucho ser parte de algo más grande y prefieren quedarse en la comodidad de su organización. Nosotros por encima de nuestra organización ponemos la política, y creo que necesitamos construir organizaciones cada vez más fuertes. El Movimiento Evita es la organización popular más grande de la Argentina y hay que fortalecer esa organización, porque necesitamos interlocutores fuertes. Dentro de nuestra coalición y con otros sectores.
Luego de acumular varias derrotas en la ciudad de Buenos Aires, ¿cuáles considerás que son los desafíos del Frente de Todos en este distrito?
En la Ciudad creo que hubo distintas construcciones electorales que nos permitieron sumar, a veces más a veces menos, caudal electoral a la estrategia nacional. Por eso creo que la Ciudad fue vista, desde que llegó el PRO, como un lugar al cual aportar más votos a lo nacional, o en función de sumar representatividad en la Legislatura. En este sentido, creo que no tuvimos la capacidad de construir una estrategia política que perdure en el tiempo y se sostenga para disputar la ciudad de Buenos Aires.
Creo que cambiamos muchas veces de candidato, de prioridades, de planteos, y por momentos fuimos muy ambivalentes. Es necesario construir equipos que piensen y proyecten qué tipo de Ciudad queremos, con qué actores sociales, y para quiénes la queremos construir. Hay que tener un diálogo con los diferentes actores políticos del distrito y acomodar esto. Si no hay planificación es muy difícil llevar adelante una disputa electoral real.