26.05.2015 / Camino al fin de mandato

Cristina se aferra al bastón de mando

La Presidenta parece haber resuelto el problema de la sucesión, tan difícil para los líderes justicialistas anteriores.

por Facundo Matos




Con el discurso del 25 de mayo, Cristina Fernández de Kirchner confirmó que mantendrá la suma del poder al interior del peronismo al menos hasta el 25 de octubre. A contramano de lo que muchos analistas políticos creían, no verá cuestionarse su conducción dentro del Partido Justicialista como le sucedió a nivel bonaerense a Herminio Iglesias en 1985 ni temerá que alguien le haga frente por la conducción antes de tiempo, como le sucedió a Carlos Menem hacia el final de su mandato.

Más bien lo contrario: elegirá a los vicepresidentes de los precandidatos que presente el Frente para la Victoria (FpV), será su lapicera la que delinee las listas de candidatos a diputados y senadores nacionales y será ella la que encabece el peronismo al menos hasta que otro dirigente justicialista venza en las urnas.

Como dice la politóloga Victoria Murillo, "peronismo es ganar” y Cristina ganó, con el 54% y una diferencia de 37% sobre su segundo. El pueblo no gobierna ni delibera sino a través de sus representantes. Y si es así, los dirigentes que no tienen votos, ¿a quién representan?

Pero más que nada, mantendrá el poder hasta su último día como Presidenta porque está logrando resolver lo que ningún otro líder justicialista supo sortear con éxito: el problema de la sucesión.

A contramano de lo que le pide la tradición política argentina, los analistas, periodistas y buena parte de los que integran el círculo rojo politizado de la sociedad argentina, Cristina se mantiene ajena a la lucha por quién la sucederá en su cargo. No tiene un “candidato natural” que la suceda. Ni Daniel Scioli ni aun Florencio Randazzo lo son. No hay un Axel Kicillof o un Carlos Zannini a quien pueda ungir como candidato propio y con chances.

Por eso, la estrategia por la que optó es mantenerse equidistante. Deja que los dos precandidatos del FpV participen de los actos que ella encabeza, que se peleen entre ellos frente a las cámaras de televisión (apenas pidió “ideas si, pavadas no”) y le brinda algunos guiños al que mide menos, de manera tal de apuntalarlo, aunque cuidando de no dejar al gobernador bonaerense sin una foto participando del acto o sin la oportunidad de "kirchnerizarse" como viene haciéndolo.

La idea de fondo es reunir la mirada de todos en ella, ser el centro del partido hasta último momento. Podría haber nombrado ya a su sucesor pero entonces, conociendo la tradición peronista, el elegido se convertiría lentamente en el nuevo líder del Justicialismo. Podría también haber dicho que no tiene sucesor, pero entonces eso se vería probablemente como un déficit propio si después de 12 años que lleva el ciclo político, no existe un sucesor. Además, en ese caso, a Cristina ya la verían de salida y sin sucesor, lo que también obligaría a todos los dirigentes justicialistas a buscar nuevas figuras detrás de las cuáles encolumnarse. En cambio, no hizo ni una ni la otra cosa. La circunspección se volvió su principal arma.

Del mismo modo, la línea discursiva en Plaza de Mayo reflejó a grandes rasgos la posición desde la que la Presidenta encara los tiempos preelectorales. Durante su discurso enumeró los logros de la larga década kirchnerista, advirtió que los presidenciables de la oposición podrían querer desmantelar esos avances, llamó a votar con memoria y por la continuidad de “la transformación” y a defenderse en caso de que vengan por sus conquistas. Todos puntos que parecerían llevar a que ungiese a un candidato como el que podría garantizarles todo aquello. Y sin embargo, no. “Va a pasar lo que ustedes quieran que pase. Ustedes son los dueños de su destino”, lanzó.

Por eso más de uno terminó de escuchar el discurso con sabor a poco. "Podría haber tirado algo más fuerte. Creí que iba a jugársela un poco más", evaluaron varios en la Plaza de Mayo. Sin embargo, ahí, en su silencio, está su (exitosa) estrategia de transición. De esa manera, conserva el poder y como señala Carlos Pagni, condiciona al próximo Presidente.