En el marco de la jornada conmemorativa del trigésimo aniversario de la Reforma Constitucional de 1994, el presidente de la Corte Suprema de la Nación, Horacio Rosatti, compartió reflexiones profundas sobre su experiencia en aquel proceso histórico. El magistrado rememoró con emoción su participación en la Asamblea Constituyente en Santa Fe, destacando el privilegio de poder interactuar con figuras destacadas de la política argentina y el aprendizaje que significó para él. En particular, resaltó el espíritu de diálogo y respeto que prevaleció, incluso entre miembros de distintos partidos políticos, como el trato igualitario que recibió por parte de Raúl Alfonsín.
Reconoció:
“Al momento de iniciar la Asamblea Constituyente yo tenía unas pocas convicciones, muchos proyectos que fui presentando, con una visión un tanto teórica, técnica, como era mi formación de la política. Aprendí muchas cosas en la convención, quiero destacar la figura de Raúl Alfonsín, pese a que estaba en otro partido político, él me trataba como un par”.
En sus palabras, hizo hincapié en la importancia del consenso previo como elemento fundamental para el éxito de cualquier proceso de reforma constitucional. Afirmó que el diálogo y la comunicación efectiva fueron pilares en aquel entonces, señalando la necesidad de recuperar ese espíritu de entendimiento en la actualidad, a pesar de los avances tecnológicos.
El legado de la Reforma del 94, según Rosatti, trasciende sus contenidos específicos y radica en el acuerdo y consenso que la caracterizó, lo que explica su vigencia a lo largo del tiempo. Destacó la trascendencia histórica del proceso, al considerarlo como uno de los últimos grandes actos de política con mayúsculas en Argentina, donde se logró superar la grieta política en pos de un bien común.
En última instancia, Rosatti subrayó el valor del consenso y la transversalidad como elementos fundamentales para el progreso político y social del país, destacando el compromiso con las ideas y el espíritu de amistad cívica y camaradería que caracterizó aquel período.
“Fue el último gran acto de la política con mayúsculas en la argentina. Porque grieta hubo antes y despees, sin embargo, pudimos poner entre paréntesis en esos tres meses la grieta y tomar conciencia de que la obra que íbamos a hacer, perfectible, buena o mala, era una obra destinada a perdurar por varias generaciones”, aseguró.