Este 27 de abril se cumplen 22 años de las elecciones presidenciales que redefinieron la política argentina. En 2003, en un escenario marcado por la crisis de 2001 y la deslegitimación de los partidos tradicionales, los principales candidatos a presidente fueron Carlos Menem, Néstor Kirchner, Ricardo López Murphy, Adolfo Rodríguez Saá y Elisa Carrió. La dispersión del voto reflejaba la desconfianza popular tras el colapso institucional que había dejado cinco presidentes en apenas once días.
En la primera vuelta, Carlos Menem, exmandatario y referente del menemismo, obtuvo el 24,45% de los votos, mientras que Néstor Kirchner, entonces gobernador de Santa Cruz y apoyado por el presidente interino Eduardo Duhalde, alcanzó el 22,25%. Muy cerca quedaron López Murphy con el 16,37%, Rodríguez Saá con el 14,11% y Carrió con el 14,05%. Ninguno de los candidatos superó el 45% de los sufragios ni sacó más del 40% con una diferencia de 10 puntos, por lo que la Constitución preveía una segunda vuelta.
Sin embargo, Menem decidió bajarse del balotaje. Temiendo una derrota aplastante frente a Kirchner —las encuestas proyectaban una diferencia superior a 30 puntos—, el exmandatario riojano renunció a competir, dejando a su rival como presidente electo. Así, Néstor Kirchner asumió el 25 de mayo de 2003 con apenas el 22% de los votos, la base electoral más baja para un mandatario desde el regreso de la democracia en 1983.
Lejos de quedar atrapado por esa debilidad inicial, Kirchner rápidamente consolidó poder con un estilo de gobierno activo y transformador. Puso en marcha un proceso de recuperación económica tras la crisis, fortaleció los derechos humanos reabriendo los juicios por crímenes de la dictadura, y redefinió el vínculo entre el Estado y la sociedad. En pocos meses, logró revertir la fragilidad con una gestión que recuperó la confianza popular.