
Tras la muerte del papa Francisco, comienza en el Vaticano un período llamado sede vacante, en el que se garantiza la continuidad institucional y se prepara la transición hasta la elección del nuevo titular de la Iglesia católica.
Mientras tanto, la figura que toma protagonismo es la del camarlengo, rol hoy a cargo del cardenal Kevin Farrell, designado por el Papa en 2019. Fue él quien debió dar a conocer al mundo la noticia del fallecimiento de Bergoglio.
El camarlengo vela por el funcionamiento de la Ciudad del Vaticano y se encarga de los preparativos para el funeral del Papa, que históricamente se realiza en la Basílica de San Pedro dentro de los nueve días siguientes al fallecimiento, en un lapso de tiempo conocido como los "novendiales".
Durante la sede vacante, el camarlengo a cargo no puede tomar decisiones doctrinales ni realizar cambios significativos en la Iglesia y su papel se limita a la administración ordinaria del Vaticano y la organización del cónclave que elegirá al próximo pontífice.
Mientras la sede está vacante, es el Colegio Cardenalicio el que toma las riendas políticas, aunque solo de forma transicional, ya que la principal función convocar y preparar el cónclave que elegirá al nuevo líder.
El decano del organismo, actualmente el cardenal Giovanni Battista Re, es quien lidera las reuniones preliminares conocidas como "Congregaciones Generales", donde se establecen los lineamientos del cónclave.
Mientras tanto, el secretario de Estado del Vaticano, el cardenal Pietro Parolin, reconocido como el "número dos" del papa, queda a un lado, dado su peso político en la gestión del papa anterior. Sin embargo, mantiene su papel en la administración de la diplomacia vaticana hasta la elección del nuevo Sumo Pontífice.
Durante la sede vacante, la Iglesia sigue funcionando, pero bajo normas estrictas que impiden cualquier cambio significativo. El camarlengo puede autorizar gastos y garantizar el mantenimiento de las operaciones del Vaticano, pero no puede aprobar reformas, designar nuevos cardenales o modificar normas eclesiásticas.
El cónclave debe celebrarse dentro de un plazo mínimo de 15 y máximo de 20 días tras la muerte del papa. Durante este tiempo, los cardenales discuten sobre el perfil del futuro líder de la Iglesia y votan hasta alcanzar una mayoría de dos tercios. Mientras tanto, los fieles católicos de todo el mundo permanecen atentos a las novedades y rezan por la elección del nuevo sucesor de San Pedro.