Foto: Tiempo Argentino
Desde los movimientos fundacionales de la música, pasando por la pintura del renacimiento y hasta las pinturas rupestres, la cultura ha sido partícipe y artífice de los momentos políticos y sociales más importantes, siempre bajo una lógica de apertura mental y de conciencia de clase.
Sobran los elementos para posicionarla en la Argentina: el folklore y el tango como piedras fundamentales de nuestra identidad musical, el rock nacional y la cumbia como estilos emergentes que marcaron nuestra historia, y todos en conjunto con sus épocas de resistencia a la autoridad y denuncia de las injusticias.
Pero no es solo esto, es el Martín Fierro en la escritura, la prosa de (Jorge Luis) Borges, el Eternauta, como así también el cine nacional.
De izquierda a derecha, del peronismo al anti-peronismo, la cultura Argentina es tan rica como su diversidad política. Pero el acceso a la misma sí se divide en ideologías: una gestión que abre Tecnópolis en contrapartida a una gestión que la desfinancia o una que solo lo habilita para eventos privados. De aquí parte nuestro recorrido.
Fue Néstor quien, ante una cultura que venía siendo golpeada por el Estado desde las prohibiciones de la dictadura, con un proceso de recuperación desde el regreso de la democracia pero con una fuerte desinversión junto al estallido del 2001, volvió a poner en boca del pueblo la necesidad de reconstruir la identidad Argentina.
Pero claro, eso se logra con políticas públicas, porque es mentira que el mercado regula y da mayores posibilidades al pibe que no puede costear su carrera musical, al cineasta recién recibido o al escritor independiente. Sino preguntémosle a L-Gante - Elián Valenzuela - qué hubiese pasado sin la Conectar Igualdad.
Si tomamos el período 2003-2015 no solo nos encontramos con políticas tales como las orquesta-escuela, la apertura de espacios significativos como Tecnópolis o el CCK, el desarrollo de créditos para la grabación de música, la facilitación de acceso a la inscripción de derechos de autor o la creación del Mercado de Industrias Culturales Argentinas (MICA) sino que, en datos, podemos ver lo que se reveló en una investigación de
Marcela A. Pais Andrade (Rotman, Mónica (2016). Dinámicas de poder: Procesos patrimoniales, políticas y gestión de la Cultura. Universidad de Buenos Aires):
• 10 millones de personas recorrieron los museos nacionales entre 2005 y 2015
• 7668 fueron las piezas que ingresaron a las colecciones de museos e institutos nacionales entre el 2003 y el 2013.
• Para el año 2013 la cultura ya generaba 300.000 puestos de trabajo
• 906 películas se estrenaron en el periodo 2005 a 2015
• 212 millones de pesos entregó el INCAA para la producción, refacción de salas y equipamiento entre 2004 y 2012.
• 3,8% fue el PBI cultural en 2012
• 14,4% fue la tasa interanual promedio del PBI desde 2003
• 19% fue el incremento de subsidios para gastos de funcionamiento entre 2003 y 2010
• 150% crecieron las exportaciones del sector audiovisual
• 1.017.440 libros fueron distribuidos entre 2003 y 2011 en bibliotecas populares
• Más de 50 casas del bicentenarios se construyeron en todo el País
Esto, y no es poco, acompañado por una reivindicación de la
Memoria, la Verdad y la Justicia y, junto con ella, una revalorización del arte que, en los tiempos más oscuros, bregó por un país libre, justo, soberano y con oportunidades para todos y todas.
Pero, como recordamos antes, esto no se trata solo de un recuerdo de las cosas que se hicieron bien, sino de una comparativa de la cultura en los gobiernos populares con el ataque sistemático durante los gobiernos neoliberales o cuasi colonialistas, como define
Cristina Fernández de Kirchner al que estamos transitando en la actualidad.
El periodo de 2015-2019 fue el primero en castigar a la cultura: durante el gobierno de
Mauricio Macri el Ministerio de Cultura se volvió Secretaría (bueno, lo hicieron con salud también, no sorprende), y esto se llevó consigo la reducción de programas culturales, como así también de personal. Otra vez, la cultura sufría un desguace y un retroceso, al punto de dejar proyectos como el de la Ley Nacional de Cultura cajoneado en el Congreso de la Nación.
Para ponerle nombre a esto, el programa Becar Cultura, el Fondo Argentino de Desarrollo, el área académica de la Dirección de Elencos Estables, Factoría en Danza, la Comisión Nacional de Bibliotecas Populares, Libro %, la red Puntos de Cultura, Lenguas Originarias, Orquestas Infanto-Juveniles y el concurso “Vamos las bandas” fueron alguno de los espacios que se vieron afectados por las políticas neoliberales.
Si queremos caracterizar mejor la situación hagámoslo con un ejemplo: durante el 2005-2015, el querido y recordado compañero
Horacio González volvió a darle prestigio al puesto de director de la Biblioteca Nacional, creando una editorial que publicó desde los libros más anti-peronistas a los más compañeros, y todo lo que las editoriales privadas no querían publicar. El macrismo, en su afán de ser todo lo contrario, puso a
Alberto Manguel por tener una biblioteca con muchos libros en la casa, cerró la editorial y se dedicó a echar empleados.
Pero, para seguir, lleguemos a la actualidad: “Hacer lo mismo pero más rápido” también entra en el juego de la cultura. Si el macrismo la volvió una secretaría, el gobierno de
Javier Milei se la está por entregar en bandeja a
Karina Milei para que forme parte de la Secretaría de Gobierno, luego de haberla pasado a la órbita de
Sandra Pettovello en “Capital Humano”.
El cierre temporal del
Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA), el recorte a los programas culturales, el ataque a los y las artistas que no opinan como él y una novedad que es el puntapié de este escrito:
Tecnópolis no tendrá actividades gratuitas de vacaciones de invierno por primera vez en sus historia.
En cambio, un cúmulo de eventos privados y elitistas con precios altos y utilización de los recursos y herramientas que el espacio que supo albergar a miles de argentinos y argentinas ocupa la agenda del parque.
Un ataque que recién comienza y que no se sabe hasta dónde llegará nos recuerda que el “mercado” no tiene como objetivo la igualdad de oportunidades, sino la sectorización socioeconómica de la ciudadanía. La cultura sin justicia social no es para todos y todas.