08.04.2017 / Opinión

Grieta, ¿qué grieta?

Nota de opinión sobre los clivajes en la sociedad que generan "la grieta" en América Latina.

por Kevin Grunbaum y Leandro Lurati



Los hechos

El concepto “Grieta” está omnipresente en todas las explicaciones sobre hechos sociales de los argentinos. En los medios masivos de comunicación, en los cumpleaños familiares, en los asados con amigos de la escuela, etc.

Es audaz y práctico. Tiene una capacidad de representación amplia y potente. Resuelve la reflexión de los jóvenes que prefieren ocupar el tiempo en otras cuestiones y asusta a los padres de familia que ven en sus consecuencias el “drama” de la desunión. La mayoría de los formadores de opinión utiliza este recurso efectista para explicar cualquier suceso de la política vernácula.

Movilizaciones, Huelgas, Debates públicos, expresiones culturales, nada escapa a este significante.

A lo largo de toda su historia, la política argentina vivió episodios de polarización. Desde unitarios y federales hasta kirchneristas y antikirchneristas, pasando por rojos y colorados, el partido nacional y el autonomista o peronistas y radicales, la sociedad se dividió en polos opuestos, intrínsecamente separados y enfrentados. Las diferencias, que datan desde la centralidad de la provincia de Buenos Aires hasta el rol de la Iglesia en el Estado, son parte de nuestra historia. Lo que varió fue la forma de resolver estos conflictos latentes en la sociedad argentina; de las armas logramos pasar a las urnas, aunque estas, no siempre tuvieron la última palabra.

La interpretación

La primera lectura sobre este fenómeno saludable de sublimación en la siempre joven democracia argentina es positiva. Las manifestaciones, las discusiones, los contrapuntos, son formas de canalizar el descontento, de poner “logo” a la violencia interna que genera cualquier modo de organización dispar del reparto de bienes materiales y simbólicos. Pero también resultan el medio para canalizar la euforia de los triunfos o las afirmaciones identitarias de cualquier colectivo social.

En la Argentina, la calle es por excelencia el escenario donde se plasman  “de cara al sol” las diferencias de perspectivas presentes en nuestra sociedad. Las jornadas de movilización, huelgas y protesta opositoras a la gestión Mauricio Macri y su posterior respuesta el primero de abril son para nosotros son dos caras de una misma moneda. Se trata de un síntoma de madurez democrática. Cuando la calle estaba proscrita, el terror se adueñó de la política en la oscuridad.

Flaco favor hacemos a  la democracia con  recortes arbitrarios de sentido de una u otra manifestación en sus exponentes más enquistados: Así como no puede arrogarse la representación absoluta de la marcha del 24 de marzo en dichos y declaración de Hebe de Bonafini, tampoco son una fiel representación del partidario Cambiemos las señoras adultas negacionistas de la última dictadura.

Del mismo modo, poco tienen para aportar la interpretación que subyace al juzgar a una de las movilizaciones como motivada por solidaridades colectivas frente a otra definida en intenciones individualistas: Las ideas republicanas e incluso el ideario de una nación liberal agro-exportadora, es uno, entre otros proyectos de desarrollo colectivo. En otro orden protestar por la reducción del salario  o el acceso a bienes de consumo también pueden ser parte de la reflexión individual.

El contexto

Hay también elementos del contexto comunicacional que añaden combustible: la política, entendida como show o espectáculo, la penetración de las redes sociales con su formato de conversación y el info-entretenimiento. Son claros ejemplos de una dinámica de discusión que se focaliza en ver el impacto sin realizar una reflexión acorde.

A pesar de nuestro intentos de colocar a nuestro país como una excepción social constante, este fenómeno de polarización es vivido, con mayor o menor  intensidad, en todo el mundo. Y particularmente, como demuestra el siguiente cuadro, en nuestra región.



Los debates del BREXIT en Europa, la victoria de Trump en Estados Unidos, la puesta en escena de la destitución de Dilma Rousseff en Brasil o el advenimiento de los neo fascismos europeos. Prueban que el caso Argentino dista ser una excepción en el mapa político mundial

“La Grieta”, por tanto, no es un invento de estas pampas. Es el emergente de una sociedad con poco tiempo para la reflexión. Es un parche del discurso público para quienes tienen responsabilidades dirigenciales y no pueden dar cuenta de los beneficios del mercado como regulador de la sociedad. Es una herramienta para simplificar nuestra realidad histórico social. El objetivo de la política en general no debe ser eliminar los polos de la discusión, sino más bien, canalizarlos y resolverlos dentro de las estructuras de la democracia.