En diálogo con Página 12
el director de la murga “Los Auténticos Reyes del Ritmo” describió el momento en que la Gendarmería reprimió a los niños que se encontraban ensayando en el Bajo Flores.
“Acá se tiene que hacer justicia, porque lo que pasó fue una locura”, señaló.
Gustavo explicó que “faltaba algo en el barrio” y que por esa razón
el 11 de enero comenzó la tarea de juntar chicos para empezar los ensayos: "Empezamos con diez personas, al segundo día éramos cincuenta, al tercer día había setenta pibes y al cuarto vino una banda de gente”, explicó.
En este marco el directo de la murga indicó a Página 12 que
“quiere sacar a los pibes de sus casas, porque se la pasan encerrados, y también para juntar a los que andan jugando en la calle, para que tengan algo que hacer y no vean nada de lo que no tienen que ver; la idea es que se diviertan y que se despejen de todo”.
El viernes 29, el día en que ocurrió la represión de los niños, Gustavo regresaba al barrio luego de contratar a los micros que los llevarían el 30 a una actuación: “Eran nueve y cinco, nueve y diez, cuando vimos doblar un móvil de la Gendarmería”, dijo.
“Ellos vieron muy bien que los que estaban sobre la calle eran los chicos de la murga, pero avanzaron como si no estuvieran; nosotros le pedimos a los pibes que se corrieran, que los dejaran pasar, y ellos pasan, pero dos gendarmes que iban en el remolque, pararon, se bajaron y allí fue cuando empezó todo”, relata Gustavo González.
Después explica que los dos gendarmes “se bajaron con las armas en la mano y entonces yo me acerqué para pedirles que las guardaran porque había muchos chicos”. A continuación lo empujaron hasta tirarlo al piso: “Cuando pasa eso, mi hijo Jonathan me ayuda a levantarme y se pone entre ellos y yo; en esas circunstancias, uno de los gendarmes hace un disparo y el plomo, porque era munición de plomo, le pega en la pierna izquierda a Jonathan, que recibe el plomazo que me parece que me lo tiraron a mí, que seguía en el piso. Ese plomo era para mí”.
Luego detalla que después de disparar, el gendarme se enojó y preguntó: “‘¿Qué pasa, son todos guapos?’.
“Primero fueron dos, pero después aparecieron muchos más, de todos lados”, señala y agrega que
todo fue “una verdadera locura, porque había 70, 80 chicos bailando en la calle, pudo haber sido una masacre. Hoy muchos chicos no quieren venir y algunos me dijeron los padres tienen pesadillas nocturnas, porque recuerdan lo que les pasó”.
González presentó una denuncia que ya se unificó con la que promueve la Procuraduría de Violencia Institucional, Procuvin. El director de la murga concluye que
“no hay dudas de que la violencia, la única violencia, la pusieron los gendarmes”.