La aprobación parlamentaria del pretencioso programa de ajuste económico impuesto a Grecia por parte de la Troika reavivó el debate respecto de las estrategias a seguir y la similitud de aquella situación con la realidad vivida en nuestro país en la salida de la convertibilidad.
Justamente, en esa analogía se encuentra parte de la explicación de la estrategia de negociación griega. Como manifestó Yanis Varufakis (ministro de economía griego hasta el referéndum), la lectura oficial respondió más a las diferencias con nuestra situación en 2001, que a las similitudes. Al respecto, el ex-funcionario griego se posiciona actualmente en una interpretación aún más pesimista que la vivida en nuestro país al comienzo del presente siglo. Para Varufakis, Grecia no posee un respaldo económico ni interno, ni externo como para
defaultear la deuda, salir del Euro y luego devaluar. Esto se da porque internamente no cuenta con la capacidad ociosa con la que contaba nuestro país hacia la salida de la convertibilidad, mientras que externamente tampoco puede plantear una salida exportadora (“hacia afuera”) de la crisis dado el bajo dinamismo de las compras internacionales que muestran sus principales socios comerciales, la mayoría del viejo continente. Para nuestro país, dicha situación fue posible debido al buen nivel de importaciones que exhibían en aquel entonces Brasil y China.
Asimismo, el ex-ministro remarca también dos diferencias relevantes respecto de la “salida argentina”: en primer término, la complejidad adicional que representa la introducción de una moneda en la economía en relación con lo que fue la devaluación del peso respecto del dólar, dado que esta última refería a una paridad ya existente. Y en segundo término, y tal vez el simbólicamente más relevante y más difícil de comprender desde nuestro pagos, la posibilidad de que la salida de Grecia de la Unión Europea haga “naufragar” al continente. No por el peso específico de país helénico, sino por el ejemplo que brindaría al resto de los países europeos en crisis. Grecia no quiere ser la punta de lanza de la des-unión europea y eso es comprensible en el marco de la significancia política e histórica que tiene la conformación de dicho bloque en el viejo continente. No sólo como la configuración de un tercer espacio de poder económico global, sino también como un reaseguro histórico al desarrollo de la paz continental. Pese a ello, la lectura de Varufakis se hallaba tan lejos de la “salida argentina” como de la visión de la Troika. Su famoso “Plan B” consistía más bien en emitir una cuasi-moneda para tener aire en el corto plazo y arremeter contra el sistema financiero local, o al menos plantearlo en esos términos para negociar mejores condiciones con los acreedores.
Nada de eso sucedió, finalmente el ministro dejó su cargo y el ajuste se encaminó más bien en los términos en los que la Troika lo dispuso. Los resultados ya están a la vista, el ajuste y el endeudamiento para pagar deuda no son más que una fenomenal transferencia de ingresos desde todo el pueblo griego al sistema financiero local y, en última instancia, internacional. La solución de la Troika, ya largamente conocida en nuestra región, es dar una lección contundente al resto de los países endeudados. Mientras tanto, contrayendo el gasto se retrae la actividad, cae el PBI mientras la deuda aumenta y el ratio Deuda/PBI se dispara. Irónico, pero pareciera que la solución es peor que la enfermedad.
*Escrito por Martín Burgos y Leandro Zicarelli.