Ex referente de Greenpeace Argentina, presidente de la Agencia de Protección Ambiental de la Ciudad, candidato a diputado nacional de Cambiemos, principal asesor de Mauricio Macri en temas ambientales. Carlos Villalonga asegura que la reducción de gases que propone la Argentina para la Conferencia de las Partes de la Convención Marco de la ONU sobre el Cambio Climático de 2015, es “insuficiente”. “Proponemos una reducción del 15% en forma tendencial, es decir, no respecto a lo que emitimos hoy, sino a lo que emitiríamos en 2030”, explica.
- ¿Por qué es poco?
Porque supone que aún nuestras emisiones siguen creciendo. Cuando uno mira el objetivo de reducción global, para el año 2030 tenemos que tener, al menos, estabilizadas las emisiones, comenzar a descender. Pero la Argentina dice que seguirá en crecimiento, lo cual es inadmisible.
Todos los países plantean medidas más ambiciosas y procuran estabilizar o reducir. Comparando con los países de la región, la meta de la Argentina es una de las más bajas, después de la Guatemala que plantea un 11,2%. México plantea un 25%, Colombia y Perú, un 20%.
- Pero la Argentina, ¿tiene algún tipo de relevancia entre los países contaminantes?
Es relevante porque estamos dentro de los 30 países principales. Es cierto que no estamos entre los principales emisores. Pero lo más importante es que, si se miden las emisiones per cápita, tenemos un nivel mucho más alto que todos los países de latinoamérica. Se emite una cantidad similar que un europeo promedio. Entonces tenemos que reducir las emisiones, indudablemente. Por eso decimos que la Argentina no presenta una meta acorde a su situación. Estamos jugándola de pobre y
eso en una negociación internacional está muy mal visto. Nos colocamos en un lugar que no nos corresponde, es una gran señal de irresponsabilidad.
- ¿Esto tiene un impacto directo con el cambio climático?
Esto tiene como objetivo limitar el calentamiento global por debajo de los 2°C. Lo que hoy ya se percibe se corresponden a un aumento de sólo 0,8°C. Eso es lo que ha aumentado la temperatura respecto del periódo pre-industrial.
- No es tanto, pero se siente bastante.
Claro, los derretimientos de los glaciares, el aumento de las precipitaciones. Ahora, imaginate que la tendencia es que en un siglo la temperatura aumentará 4°C, lo cual es una catástrofe. El objetivo de las negociaciones internacionales es que ese aumento no vaya más allá de los 2°C.
- Es una mitigación de impacto.
De todas maneras sería un impacto fuerte, pero es una meta factible. Por eso la negociación es para ver qué aportan todos los países para lograr esto. Entonces no es correcto que mientras Brasil puso una meta del 43% y Uruguay un 30%, la Argentina está jugando como un país africano. Más que vivos, pasamos como tramposos.
- Ahí también surge una dicotomía: desarrollo versus ecología, ¿cómo se sale de esa trampa?
Es una discusión ya anacrónica. Las energías renovables son uno de los rubros que más inversiones movilizan. Generan mucho empleo. No es un sólo aspiración, sino que está ocurriendo. Chile es un ejemplo. El imperativo de enfrentar el cambio climático no permite demasiados atenuantes.
Argentina refleja una mirada anacrónica, conspirativa de lo que pasa a nivel internacional, como si todo apuntara a abortar el desarrollo de los países más pobres. El mundo ya la ha superado, las discusiones pasan por otro lado.
- Sin embargo, un caso reciente muestra un poco esta dicotomía. El derrame de cianuro de la Barrick Gold en San Juan, ¿qué opinión tiene sobre esto?
Lo que pone de manifiesto es la completa incapacidad del Estado de dar una información creíble a la población. Esto es grave. Por ejemplo, en San Juan el control ambiental no lo realiza la secretaría de Ambiente, sino la de Minería. Mientras tengamos esos defectos, nunca nada va a ser creíble. La ciudadanía no puede confiar porque no tenemos un organismo confiable.
- ¿Tiene una mirada sobre el este tipo de minería?
No hay otro tipo de minería. Es así. La minería de décadas atrás, por cierto tenía mucho menos impacto, no existe más. Todos los minerales concentrados no están más, y ahora están más dispersos. Se buscan en áreas más grandes, se los pasa por un cóctel químico para obtener una pequeñísima de metal útil respecto de toda la roca que se intervino. Esto, por supuesto que tiene impacto, hay que hacerlo con cuidado. Pero no hay otra minería posible. Hay que hacerla de la manera más sustentable posible, y racionalizándola, es decir, extrayendo los materiales que se necesitan. Lamentablemente, el mayor uso del oro es suntuario... esa es la gran demanda, es una locura. Ese tipo de minería no debe ser promovida, sino que tiene que pagar todos los costos económicos, ambientales. Hoy la minería tiene beneficios y no tiene sentido, no se debe subsidiarla.
Se genera una falsa burbuja de abundancia.
- Otra discusión pendiente es sobre el uso de los agrotóxicos y el impacto del suelo, ¿tiene una posición tomada? Hace poco Julián Domínguez propuso reducir o eliminar retenciones a todos los cultivos, menos a la soja, para promover la rotación.
Eso puede llegar a ser beneficioso. Se ha homogeneizado demasiado la producción agropecuaria. Sobre los agrotóxicos, hay que acompañar muy rigurosamente lo que ciencia va indicando. No hay que descuidarse. Para calificar los agroquímicos, para darle el uso que corresponde. Tenemos una gran falencia en el uso, una deuda en la recuperación de los envases fitosanitarios, que contaminan mucho y ponen en riesgo la salud de la gente. Hay que responder a una demanda, que existe. Por el otro, hay que promover los cultivos orgánicos en las áreas de amortiguamiento de las ciudades. Ese mercado, además de proveer de cultivos frescos, son una posibilidad más de generar fuentes de trabajo y de exportaciones ya que esos productos son muy requeridos. El mercado orgánico está en crecimiento, no sólo en el mundo, sino también en la Argentina.