12.12.2018 / Opinión

Por qué Cavallo se impuso a Durán Barba en el macrismo

Puesto que en las elecciones presidenciales de 2015 muchos desoyeron lo que se llamó “campaña del miedo” y decidieron confiar en las promesas del macrismo. Se logró así esconder lo que verdaderamente se buscaba llevar a cabo, pero tapándolo con globitos y mensajes buena onda. Se disfrazó al lobo de cordero y el plan de gobierno para una minoría fue votado por una mayoría.

por Julián Zícari




Ni bien comenzó el gobierno de Mauricio Macri existieron disputas sobre cómo caracterizarlo: ¿era un gobierno desarrollista?, ¿una nueva forma de derecha?, ¿era un gobierno de centro moderado, un republicanismo progresista o más bien una ceocracia?

Ese debate inicial sobre cómo caracterizar al macrismo se debió a los indudables aciertos comunicacionales de su consultor estrella: Jaime Durán Barba. No es casualidad que el nombre de este asesor nos sea tan conocido, puesto que Durán Barba ganó una fuertísima popularidad por lograr algo ciertamente difícil, algo que incluso muchos dirían imposible: logró convertir en presidente a un hijo de la elite económica más concentrada, que se enriqueció y creció con la dictadura, los negocios espurios con el Estado y que venía a gobernar la Argentina con un programa neoliberal de ajuste y exclusión.

Vaya éxito. Puesto que en las elecciones presidenciales de 2015 muchos desoyeron lo que se llamó “campaña del miedo” y decidieron confiar en las promesas del macrismo. Se logró así esconder lo que verdaderamente se buscaba llevar a cabo, pero tapándolo con globitos y mensajes buena onda. Se disfrazó al lobo de cordero y el plan de gobierno para una minoría fue votado por una mayoría.

¿Cómo lo hizo? Las diversas tácticas comunicacionales de Durán Barba le habían permitido lavarle la cara al hoy presidente de la Nación para convertirlo en buen hombre. Así, en poco tiempo Macri pasó a ser Mauricio, un tipo común que se lo veía recorrer los barrios humildes del país, hablar de igual a igual con sus pobladores y mostrarse sensible con su realidad. Para despejar cualquier incertidumbre, además, prometió que nadie perdería nada con su gobierno, sino que al contrario, el país viviría una “revolución de la alegría”.

Lo más llamativo de todo es que durante los primeros dos años del gobierno de Macri no pasó por ninguno de los extremos pronosticados. Es decir, si bien no ocurrió la “revolución de la alegría” prometida, tampoco el país vivió el infierno neoliberal que muchos detractores del macrismo pronosticaban, más allá de que hubieron ajustes, devaluación, tarifazos y demás.

En este sentido, la orientación del gobierno fue sin dudas de corte neoliberal, con ajustes y exclusión. Pero Macri ni bien asumió no fue Ricardo López Murphy, aquél ministro de Economía de la Alianza que apenas asumió deparó un garrafal recorte para tener que irse de su cargo a las dos semanas. Más bien Macri, gracias a los consejos de Durán Barba, se acercó a la figura de Cavallo, con todo lo que esa figura representó en nuestra historia.

Puesto que Cavallo recorrió de punta a punta toda la parábola política: fue un héroe cuando en 1991 lanzó la convertibilidad. Así, el programa de Cavallo, a pesar de representar el más extremo neoliberalismo (con privatizaciones, endeudamiento, apertura, hiperdesempleo, flexibilizaciones y otros elementos del cóctel neoliberal), fue amado por los argentinos. De hecho, cuando volvió a ser ministro de Economía en 2001, muchos festejaron y lo recibieron como un “salvador”.

Algo no tan distinto a lo que intentó Macri, al presentar a su gobierno como aquél que nos “salvó” de ser Venezuela y nos rescató del infierno populista. El electorado de hecho, ratificó a Macri una vez más en las elecciones de 2017.

Pero conocemos la historia: Cavallo en 2001 a pesar de haber insistido con el programa neoliberal y de todo el apoyo del FMI recibido, no pudo evitar ni la crisis ni la explosión de su propia invención. Quedó así en la historia como uno de los principales responsables de aquella tragedia.

Hasta marzo de este año Macri parecía que tenía prácticamente asegurada su reelección en 2019. Es decir, otra vez, a pesar de aplicar un programa de ajuste neoliberal, una parte importante de la población –como ocurrió con Cavallo antes- parecía apoyarlo por lo realizado hasta entonces.

La fiera neoliberal que verdaderamente era Macri continuaba siendo escondida por la maestría de Durán Barba.

De nuevo, ¿cómo lo hizo ahora? De manera cruda pero simple: con su política de “gradualismo”, se fue dosificando el ajuste con otra brillante campaña comunicacional. Aunque verdaderamente lo más duro y terrible de su programa pudo ser escondido bajo la alfombra gracias a un secreto clave: con el endeudamiento externo sistemático, que le financió la fiesta de esos dos primeros años gestión. Por eso el macrismo no pareció tan terrible al principio. Durán Barba se lograba imponer al verdadero Cavallo.

Pero con el fin del endeudamiento se acabó esa fiesta. Volvió entonces el FMI, el blindaje y el déficit cero. Ahora las políticas de ajuste ya no tienen su lado amable. El gobierno corre desesperado todos los días detrás de los hechos y ya no puede montar una campaña comunicacional estratégica y diagramada. La crisis lo desborda y no hay Durán Barba que alcance para taparla. La bestia neoliberal que siempre fue el macrismo ya no puede ser disimulada.

Como Cavallo en 2001, el gobierno está perdiendo su aura de “salvador” para pasar a convertirse en el máximo culpable de la crisis que él mismo creó. Macri ahora cumple lo profetizado por Píndaro de “llegar a ser lo que eres”: un neoliberal en estado puro. Macri entonces termina por ser un Cavallo sin Durán Barba.