19.10.2018 / Opinión

Las pibas marchan, el Estado reprime

El fin de semana 55.000 mujeres marcharon en Trelew en el cierre del 33° Encuentro Nacional de Mujeres. Las niñas, el futuro al que le temen.

por Estefanía Pozzo




Imaginen un canto que repite siempre esta misma frase:

Todo el mundo odia a la Policía
Todo el mundo odia a la Policía
Todo el mundo odia a la Policía


Alrededor de la una de la mañana, frente a la fiscalía de Trelew, las doscientas personas que esperan la liberación de las detenidas cantan una consigna simple, repetitiva, como respuesta a la represión de la Policía de Chubut en el cierre de la marcha del Encuentro (Pluri) Nacional de Mujeres, lesbianas, travestis y trans.

Hace frío y el viento aprieta. Diez minutos antes de las dos de la mañana las puertas se abren y salen ocho de las pibas que faltaban. Momentos antes habían sido liberadas las primeras dos.

Los relatos de las detenciones repiten el mismo patrón: todas vieron a pibas ser arrastradas o golpeadas por varones sin uniformes ni identificaciones y, al intentar arrancarlas de la brutalidad, desde atrás y a traición, las golpearon y arrastraron también. Detenciones en cadena. Por lo menos cuatro relatos iguales. El resto, al voleo.

Los procedimientos posteriores no cambian el tono tétrico: a algunas les descargaron matafuegos en las caras, las detuvieron sin decirles a dónde las llevaban, las tiraron atrás de una camioneta y las taparon con los escudos de choque, las arrastraron arriba del fuego o encima de vidrios rotos, las tomaron de los pelos, les pegaron en el suelo y arriba de los móviles policiales. Las acusan de atentar contra la propiedad, de producir incendios y de resistirse a la autoridad.

La represión de la policía de Chubut fue el último eslabón de la respuesta persecutoria y represiva que el Estado desplegó durante todo el fin de semana. Las calles de Trelew estuvieron patrulladas por parejas de mujeres policías y miembros de Infantería en motos y camionetas. El despliegue fue amenazante, buscando recordar todo el tiempo que vigilar y castigar son las dos caras de la misma moneda persecutoria.

Lejos de “atentar” contra el orden social, como se buscó sostenidamente instalar desde la vergonzosa y peligrosa cobertura de Clarin y otros medios locales, muchas mujeres que participaron del Encuentro fueron agredidas frente a la completa inacción de la Policía.

A las pibas que dormían en las escuelas 174 y 207 de barrio INTA las apedrearon y les robaron sus pertenencias el sábado por la noche y, a la mañana siguiente, volvieron a repetirse los robos. La Policía les dijo, cuando llamaron, que no estaban para cuidarlas y que si ellas no podían proteger sus propias cosas, menos lo iban a hacer ellos.

A varios micros, a la salida de Trelew, los despidieron con piedrazos. La Policía tampoco estuvo ahí. Sí estuvo, en cambio, en el Hospital Zonal de Trelew, cuando un contingente de seis policías llegó a la guardia de emergencias para reforzar la presencia de otras tres miembros de la fuerza y todo eso para custodiar a dos chicas detenidas que pesaban menos de 50 kilos, medían alrededor de 1,50 metros y estaban siendo atendidas por los golpes que habían recibido durante las detenciones.

Si dejamos de lado las preguntas como ‘¿Qué hicieron para que la Policía reprimiera así?’ podemos empezar a pensar las cuestiones importantes. ¿La única manera que los gobiernos tienen de relacionarse con el hecho político más trascendente de la política argentina contemporánea (por su continuidad, historia, masividad y transversalidad) es desplegando las fuerzas represivas? Pasó en Mar del Plata, pasó en Rosario y pasó en Trelew. La única excepción fue Chaco, que por decisión política no reprimió aun cuando se produjeron las mismas escenas que en el resto de las ciudades.

¿Se tomará en serio el asunto la gobernadora María Eugenia Vidal, cuando en 2019 el Encuentro se realice en La Plata? ¿Ordenará reprimir una semana antes de las elecciones a presidente en la que Mauricio Macri se juega su reelección?

Otra pregunta que tenemos que hacernos es qué estrategia política se construye de manera colectiva frente a la represión. Manifiesta, el colectivo de comunicación que integran dos comunicadoras populares baleadas, alertó: “Tenemos que organizarnos para garantizar que la desconcentración de cada Encuentro no nos ponga en riesgo a ninguna”. Dato especial: en las represiones siempre balean a la prensa. En el protocolo de Patricia Bullrich (y que copian gobiernos provinciales), la única forma de garantizar la “seguridad” de lxs trabajadorxs de medios de comunicación es en un corralito, pero encerradxs no se hace periodismo.

Los medios de comunicación funcionan como el brazo simbólico de esta estrategia represiva. Clarín alertó a los habitantes de Trelew que era mejor no salir de sus casas. El diario El Chubut publicó una versión de la Policía que aseguraba que las pibas detenidas tenían contacto con la RAM (el supuesto grupo terrorista Resistencia Ancestral Mapuche). Nada es casual: esta acusación fue realizada a pocos días de cumplirse un año del hallazgo del cuerpo de Santiago Maldonado en el departamento de Cushamen, en la misma provincia.   

Hay imágenes que pasan a la historia. Frente a una marcha de 55.000 mujeres por los barrios de Trelew, la foto de la respuesta del Estado en 2018 será el linchamiento y la detención de mujeres por parte de hombres vestidos de civil. El Estado nos ofrece, en una instantánea, el motivo mismo de la demanda: frenar con la violencia machista. En la Argentina asesinan cada 30 horas a una mujer solo por el hecho de serlo y en lo que va de 2018 ya mataron a, por lo menos, 60 personas trans.

Pero hay otras fotos mejores, más abarcativas, profundas y explicativas que una postal represiva. Son las imágenes de las niñas subidas a los techos con su puño en alto y su pañuelo verde, o sentadas en la verja de su casa con carteles para las mujeres que marcharon por los barrios de Trelew. Mientras los reaccionarios se violentan con las demandas feministas, las pibas más chicas ya son protagonistas de la política. Y esa territorialidad es la que les asusta.