20.09.2018 / OPINIÓN

Default, reestructuración y los viejos nuevos debates de Cambiemos

Para derretir la bola de nieve de Lebac, la administración nacional atizó el fueguito de la emisión de deuda. ¿Cómo se enfrenta un incendio con más fuego?

por Estefanía Pozzo



La primera vez que apareció explícitamente en las discusiones económicas actuales la preocupación por un eventual default fue cuando la administración nacional decidió que, para enfrentar las “tormentas” cambiarias que estaba viviendo el país, debía desarmar una “bola de nieve” que amenazaba las cuentas del Banco Central (las famosas Lebac) y que el fueguito que iba a derretir esa amenaza era emitir más deuda (en forma de Letes).

Federico Furiase, director de EcoGo, le dijo a Ámbito Financiero el 10 de julio (apenas unas semanas después del acuerdo con el FMI): “Intentar desarmar la bola de nieve de Lebac a costa de engrosar los vencimientos de corto plazo de Letes implica cambiar riesgo de licuación de corto plazo por riesgo de default en el mediano plazo”. Comenzaba a ponerse sobre la mesa, en las discusiones económicas, la eventual posibilidad de una cesación de pagos. No de nuevo, decía.

Los “mercados” (a.k.a. los fondos financieros que solo quieren maximizar el rendimiento del dinero haciendo más dinero sin importar a costa de qué) son sensibles a los sustos. Digamos que son como una bandada de pájaros o un cardumen de peces. ¿Alguna vez vieron el comportamiento de estos grupos de animales cuando algo perturba su tranquilidad? Se dispersan instantáneamente. Bueno, más o menos así reaccionan los grandes fondos y bancos de inversión cuando algo no les gusta. Ese algo, en economía, puede ser una infinidad de cosas: malos datos de empleo, regulaciones financieras, tensiones políticas, inflación, caída de la actividad y varios etcéteras. Más allá de las causas, hay un indicador especial para medir cuál es el costo de quedarse: el viejo y conocido riesgo país.

El riesgo país aumenta a medida que baja la cotización de los bonos soberanos. Es decir: mientras menos inversores quieran títulos que el país emitió en algún momento, comienza una venta masiva que provoca una baja en el precio, lo que determina una suba del riesgo país y consecuentemente el costo de los seguros para protegerse de un eventual default. Un círculo que, si tuviésemos que encontrar una imagen que lo describa, se parecería mucho a una serpiente que se come su propia cola.

¿Cómo llega una economía a hablar de default? Básicamente porque aparece en el horizonte que las cuentas se complicaron un poco para pagar las deudas. Y acá entramos en la parte shockeante del asunto: esta discusión era impensable hace tan solo dos años y medio.

En diciembre de 2015, cuando llegó Cambiemos al poder, la deuda total ascendía, según una investigación de Chequeado, a 241.000 millones de dólares. Los últimos datos disponibles (que no contienen los 15.000 millones que ya giró el FMI en junio) indican que la deuda total es de 331.000 millones de dólares. Es decir que el salto en los dos últimos años fue de 91.000 millones de dólares. Por año, la deuda subió 40.000 millones de dólares.  

En diciembre del año pasado, analistas de distintas corrientes económicas ya alertaban sobre el ritmo de emisión. En ese momento coincidían en que la deuda es un instrumento que pueden usar los Estados para financiarse, pero que Cambiemos había colocado una cantidad de títulos descomunal y que no se podía continuar en esa velocidad.

Con un contexto internacional transitando los últimos años de dólares baratos, junto a la aplicación de un nuevo modelo económico basado en la apertura comercial, la desregulación financiera, el beneficio de los sectores primarios y la paulatina destrucción del sector industrial y productivo, el Gobierno fue cerrando las cuentas con deuda. ¡Qué genial idea!, dijo nadie nunca.

La frutilla de la torta en este proceso llegó esta semana: en el Presupuesto 2019, el Gobierno buscó ‘sacarse el lastre’ de tener que pasar por el Congreso para una eventual reestructuración los perfiles de la deuda. Parece increíble, pero no lo es. Se lo dijeron clarito a la periodista de El Cronista María Iglesia: “Como hoy es necesario pasar por el Congreso, se pierde la ventana de oportunidad del mercado".

Lo que quieren explícitamente es poder renegociar cómo pagar en los términos que imponga el mercado y no como obliga la ley, prohibe producirle un perjuicio a las cuentas del Estado. Veremos qué hace la oposición, pero aprobar esto sería darle un cheque en blanco al Ejecutivo para que haga lo que quiera con la deuda.

El comienzo de esta nota contiene varias imágenes climáticas: “tormenta” (el eufemismo usado por el Gobierno para evitar hablar de crisis), “bola de nieve” (el eufemismo para hablar de la pesada herencia que el actual gobierno le dejó al actual gobierno en el Banco Central) y “fueguito”. Vamos a seguir en esta línea para dejar una inquietud: da la sensación de que estamos en medio de un incendio y estamos en manos de pirómanos.