29.04.2017 / 40 AÑOS DE MADRES

Hebe: “El Presidente es mi enemigo; lo eligió el pueblo, pero el pueblo también se equivoca”

Nunca tuvo pelos en la lengua. Y menos ahora, bajo la gestión Cambiemos. Tras un repaso por cuatro décadas de historia, la presidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo traza una línea de continuidad entre el gobierno de Macri y la última dictadura cívico-militar: “Sus empresas apostaron a la dictadura, ellos son responsables”.




La mañana arrancó hace pocas horas, pero ya está sentada detrás de su escritorio y ya salió al aire en al menos una radio. Después de esta entrevista, irá hasta la puerta de Casa Rosada para colgar una gran bandera que replique al mural con los rostros de las Madres que fue vandalizado en Avellaneda. Más tarde marchará en la Plaza de  Mayo por vez número 2.036, como cada jueves desde el 30 de abril de 1977, hace exactamente 40 años.

Incansable a los 88, Hebe de Bonafini, presidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo, tiene la agenda más cargada que de costumbre en el marco del aniversario. Dice que cumplir cuatro décadas implica una gran responsabilidad por seguir, pero que la lucha es de todos los días. No escatima críticas contra el Gobierno y resalta una y otra vez los nexos –empresariales y económicos, sobre todo- de la actual gestión con la última dictadura cívico-militar.

Las primeras reuniones y marchas, cuando las mujeres empezaron a salir a la calle en busca de sus hijos. Las diferencias con Madres Línea Fundadora. Las críticas a Raúl Alfonsín y Carlos Menem. La sorpresa con Néstor Kirchner, tras la desconfianza inicial. Los años de Cristina Fernández de Kirchner. La llegada de Mauricio Macri. “El Presidente es mi enemigo; lo eligió el pueblo, pero el pueblo también se equivoca”, lanza, rodeada por cuatro paredes que no dejan lugar a dudas: entre imágenes del Che, el Eternauta, fotos que remiten a los años kirchneristas y adornos con los dedos en “V”.

PRIMEROS PASOS, PRIMERAS PLAZAS

Desde los “tés de señoras gordas” y las reuniones en el zoológico para pasar desapercibidas, hasta la organización de las primeras marchas y las estrategias para convocar a otras madres golpeadas por la desaparición de sus hijos.

Jorge Omar, el hijo mayor de Hebe, fue secuestrado y desaparecido en febrero de 1977. Raúl Alfredo, su otro hijo varón, en diciembre de ese año. En mayo siguiente, los militares se llevaron a su nuera, esposa de Jorge. Para entonces, Hebe ya llevaba más de un año de movilización con otras madres. Pese a todo, no recuerda haber tenido miedo. “Uno no piensa en uno. Eso es así para siempre.”

¿Cómo fue el primer acercamiento a Madres, hace 40 años?
Eso fue con Azucena (Villaflor, una de las fundadoras de Madres). En realidad, muchos creen que nació en la Plaza, pero nació en la Stella Maris, la iglesia de la Marina. Habíamos ido con Azucena, íbamos bastante seguido, una vez por semana. Porque estaba Monseñor (Emilio Teodoro) Graselli, que tenía un fichero que decía si a tu hijo lo habían torturado… era terrible. Era más torturador él que los torturadores. Entonces Azucena dijo ‘basta, no vengamos más acá. Hagamos una carta, vayamos a Plaza de Mayo’. Creo que ese fue el real nacimiento.

¿Cómo nació el nexo con Azucena?
De ir ahí juntas. En La Plata nos veíamos todas en los mismos lugares, y acá en Buenos Aires lo mismo. Hay madres a las que los hijos les desaparecieron en el 76, como a Juanita (Juana Meller de Pargament). Y ella ahí empezó a caminar. Y algunas caminaban con madres de presos; o tenían un hijo desaparecido y otro preso. Mi hijo desapareció a principios del 77. Nos encontrábamos, nos pasábamos papelitos. Pero la voz de ese día fue Azucena.

¿Qué recordás de la primera marcha?
Ella no nos convocó a marchar, fuimos a la Plaza a firmar una carta. Después estuvimos mucho tiempo ahí paradas en la Plaza, convocando a otras madres, para que fuéramos muchas las que firmábamos la carta. Hasta que en el mes de julio-agosto –era invierno, me acuerdo- vino la Policía, nos pegó y dijo ‘caminen’. Y empezamos a caminar alrededor del monumento a Belgrano. Ahí fueron las primeras marchas.

¿Por qué considerás que fueron las mujeres, las madres, las que salieron a la calle?
Lo que analizo más que nada es que las madres no queríamos estar en un escritorio. Nos queríamos hacer visibles porque así hacíamos visibles a los hijos. Y fuimos las madres por muchas razones. Primero, porque siempre somos las madres las que socorremos a los hijos. No sé si porque los parimos o por qué: cuando el niño está enfermo el que lo cuida es la mamá, siempre es así. De los padres, muchos nos acompañaron y otros no. Tenían que trabajar. Nosotras, si teníamos un trabajo, a lo mejor era en la casa. Algunas se jubilaron para poder venir a la Plaza. Yo tenía 47 años, me faltaba para jubilarme, pero yo tenía trabajo en casa. Los maridos tenían un horario.

¿Cómo fue el proceso para construirse como militantes y luchadoras?
Todo fue saliendo. No era nada programado, nada previsto. No había oficina donde reunirse. La reunión se hacía siempre los jueves en la Plaza. Nos pasábamos datos, una carta acá, una carta allá. Y así fuimos haciendo las cosas. Por tres años no tuvimos dónde reunirnos: ni oficina ni casas. Una iglesia, un museo, el zoológico. Todos eran lugares públicos donde suponíamos que pasábamos desapercibidas.

¿Había estrategias para salir a buscar a otras madres?
Era todo un trabajo. Hacíamos algunas reuniones en Buenos Aires: Juanita empezó a poner su casa y hacíamos té de señoras gordas. Y en La Plata puse yo mi casa. Cuando íbamos viendo que iban desapareciendo otros chicos, convocábamos a esas madres. Y en Buenos Aires lo mismo. Pero a las reuniones no iban muchas madres, porque tenían miedo. A la Plaza no, pero a las casas tenían mucho miedo.

¿Vos recordás algún momento con miedo?
No. Uno no piensa en uno. Eso es así para siempre.

OCHENTAS Y NOVENTAS

Tilda de “cómplice” a Alfonsín y de “basura” a Menem. Insulto que, de hecho, le costó un juicio (“lo ganamos, pero nunca nos pagó”). Los años en torno a la recuperación de la democracia estuvieron marcados por las diferencias entre los dos grupos de Madres, en una grieta que persiste hasta hoy.

Las críticas durante la guerra de Malvinas, el primer escrache –aunque aún no se usaba ese término- a Bignone, las amenazas y robos de archivos y el cuestionamiento al Juicio a las Juntas: “Me levanté y me fui. Yo dije ‘ahora van a venir unos cuantos atrás mío’. Pero fui la única, nadie se quiso levantar.”

¿Qué implicó para ustedes la guerra de Malvinas?
Nosotras con Malvinas tuvimos muchas dificultades. Las Madres dijimos que las Malvinas son argentinas y los desaparecidos también. Y repudiamos la guerra. Se nos vino el país encima. Porque era como un pecado mortal. Pero la verdad que la pasamos mal porque todas las madres que eran maestras querían ir a tejer cosas para los soldados. No había forma de hacerles entender que era una estafa. Hasta que por mi casa apareció un tipo que vendía pescado, todo abrigado, con un echarpe, con todo. Le digo ‘¿te sacaste la grande?’, y me dice ‘no, esto lo regalan los milicos. Esto es lo que juntan para los chicos (los soldados), pero como no se los mandan y nosotros vendemos ahí, nos lo regalan’. Ahí les dije a las otras madres.

¿Cómo fue el vínculo con Alfonsín?
Alfonsín ya era un cómplice antes (de asumir). Tuvo acuerdos. Hizo una ley, que las Madres repudiamos, ayudó a hacer una ley junto con (Eduardo) Amadeo de presunción de fallecimiento,  en la época de los militares. Cada desaparecido que por seis años no había sido visto, estaba muerto. Nosotras nos pusimos como locas: decíamos ¿quién es él para darlos por muertos? Ahí nos dimos cuenta que había acuerdos. Nosotros hicimos mucha presión: el día que él asumió le pedimos que no le pusiera la banda (Reynaldo) Bignone. Era un represor. Que se la pusiera cualquiera que hubiéramos votado. Pero él ya había acordado. Entonces le pintamos el auto a Bignone. Le pusimos ‘asesino’ con cal. Para que no subiera al auto. Fuimos las únicas que repudiamos públicamente. Después, el Juicio a las Juntas se hizo con las leyes militares. Un juicio que no permitió que las Madres fuéramos con los pañuelos, que no se permitió que se transmitiera la voz de nadie. Era todo un aparato para el exterior, para mostrar que se juzgaba. Y hubo más perdones que condenas. Por eso me levanté y me fui. Yo dije ‘ahora van a venir unos cuantos atrás mío’. Pero fui la única, nadie se quiso levantar.

¿Sufrían amenazas por entonces?
Con Alfonsín nos persiguieron bastante. Nos pintaron las casas. Nos pusieron ‘Madres terroristas’. Y con Menem como le dije ‘basura’ él me hizo un juicio. Ese lo ganamos, pero nunca nos pagó. En la época de Menem, en 45 días en esta casa entraron 11 veces [muestra las placas en los picaportes, tapando los agujeros que dejó cada intrusión]. Se robaron todas las cosas de valor que teníamos en las vitrinas, cosas de oro que la gente nos regalaba. Cada vez se llevaban más. No terminábamos de arreglar y volvían a entrar. Se robaron todas las fotografías de los militares que teníamos. De los policías. Se llevaron los archivos. Mientras nosotros seguíamos haciendo cosas: diarios, revistas, radios abiertas, la universidad.



DOCE AÑOS

Allá por 2003, cuando se acercaban las elecciones, Hebe y la Asociación no apostaban por ningún candidato. “Habíamos dicho que eran los tres la misma mierda: Duhalde, Menem y Néstor”, se acuerda. Al poco tiempo, su mirada sobre el mandatario electo dio un vuelco. “Él dijo que las Madres éramos sus madres y que nuestros hijos eran sus compañeros. Para nosotros eso fue muy fuerte”, dice tras definir los 12 años kirchneristas como “los mejores que tuvimos”.

En un primer momento no tenían expectativas sobre Néstor Kicrhner, ¿cuándo cambió eso?
Nosotros habíamos llamado a no votar. Habíamos dicho que eran los tres la misma mierda: Duhalde, Menem y Néstor. Cuando nos dimos cuenta que no, le pedimos una entrevista a Néstor con periodistas. Le pedimos disculpas, que nos dimos cuenta que nos habíamos equivocado. Desde ahí ya nos hicimos muy amigos. El tipo nos demostró enseguida lo que era capaz de hacer. Primero, ni bien entró, sacó de la cúpula 60 generales. Después fue a arreglar el asunto de los maestros, al otro día de haber asumido, a Entre Ríos. Después bajó los cuadros. ¿Qué más podíamos pedir? Más no se podía. Él fue dando cada vez pasos más profundos. Donde dijo que las Madres éramos sus madres y que nuestros hijos eran sus compañeros. Para nosotros eso fue muy fuerte. Creo que fueron los 12 mejores años que tuvimos.

¿Qué implicó la reapertura de los juicios a los represores, tras la anulación de las leyes de impunidad?
Nosotros siempre tuvimos participación, pero nunca fue el centro para nosotros. Nosotros primero socializamos la maternidad. Fuimos madres de todos. Ninguna madre luchó ya por su propio hijo. Le sacamos el nombre del hijo del pañuelo. Después, no aceptamos la reparación histórica. Ningún tipo de pensión ni de reparación, porque la vida de los hijos no tiene precio. Después rechazamos la exhumación de cadáveres, porque nadie se hizo cargo de quién los había matado. Te daban un muerto pero no quién lo mató, por qué está ahí. Tampoco íbamos a aceptar la muerte así tan fácil, y nuestros hijos no eran un cadáver, no queríamos un cadáver. Homenajes póstumos, baldosas en los pisos, todo eso no. Nosotros teníamos otra propuesta: una universidad, una radio, una revista. Empezamos a hacer lo que hacían nuestros hijos, trabajar para los demás. Por eso salió hace muchos años ya ‘el otro soy yo’. Esa fue la consigna de las Madres.

¿Qué recordás del acto de recuperación de la ESMA, en 2004?
Estuvimos en el acto, pero no entramos. Porque todavía había militares. Nos quedamos afuera, pero le habíamos pedido a Néstor que nos diera el lugar donde se habían preparado los militares para torturar, la Marina sobre todo. Dijo ‘es el lugar que se va a desocupar último’. ‘Bueno, cuando se desocupe’. Y cuando se desocupó me llamó y me dijo ‘ya lo tenés’. Hicimos lo que se llamó ‘desembarco’. Como no teníamos plata y teníamos que inaugurar ese sábado, le pregunté a Renata Schussheim cómo se representaba la vida en un lugar donde hubo muerte, y me dijo: con soles y flores. Entonces le pedí a la gente que viniera con pinceles y pintura y pintara soles y flores. Se pintó todo, tres mil personas vinieron. Sólo soles y flores. Y cantaron (León) Gieco y Teresa (Parodi). Desde ahí, el Ecunhi (Espacio Cultural Nuestros Hijos, en la Ex ESMA) es una cosa preciosa.

CUMPLIR 40 CON CAMBIEMOS

Cuando el recorrido cronológico llega al hoy, Hebe traza una línea de continuidad con el punto de origen de la charla, sobre aquellos primeros pasos, hace 40 años. Por vínculos empresariales y plan económico, considera que el gobierno de Mauricio Macri es indisociable de la última dictadura. “Ellos son los que pusieron plata para matar a nuestros hijos. Todos: los ministros, Macri, todos. Esas empresas apostaron a la dictadura. O sea que cada muerte, cada asesinato, cada tortura, ellos son responsables.”

¿Qué representa cumplir 40 años bajo el gobierno de Macri?
Primero, una gran responsabilidad. Me parece que lo que nos da todo esto es una gran responsabilidad. Porque la gente nos quiere muchísimo, cuando voy a comer a un lugar tengo que buscar un lugar escondidito porque es impresionante, sobre todo los chicos jóvenes. Ayer estuve tomando algo con unos compañeros en un lugar y un pibe joven me hizo llorar, y eso que soy dura para llorar. Y yo decía: esto lo que me da son cada vez más responsabilidades.

¿Cuál es hoy el desafío de Madres?
Defender a los otros, sin que importe lo que a uno le pase. No importa qué digan de mí si yo quiero putear al Presidente. Nosotros nos quedamos en la Plaza para que él no cruzara por la Plaza el día que asumió. Hicimos la primera Marcha de la Resistencia ese día, y dijimos ‘él no va a pasar por esta Plaza, porque esta Plaza es del pueblo’. Cuando dije que era un dictador, que esto era una dictadura, se enojaron los organismos, me mandaron unas cartas terribles. Que era antidemocrática, que cómo iba a putear al Presidente. Pero el Presidente es mi enemigo. Lo eligió el pueblo, pero el pueblo también se equivoca. La postura nuestra es así. Yo no estoy midiendo si me va a hacer bien, si me va a hacer mal, quién me va a criticar. A mí no me interesa eso. Yo digo lo que siento. Porque, ¿qué está primero? Mis hijos. Y ellos son los que pusieron plata para matar a nuestros hijos. Todos: los ministros, Macri, todos. Esas empresas apostaron a la dictadura. O sea que cada muerte, cada asesinato, cada tortura, ellos son responsables. Los ministros, el presidente, la vicepresidenta, todos.

¿El contexto que describís explica hechos como el ataque al mural de las Madres en Avellaneda, días atrás?
Y sí. Vos fijate: un tipo que va en un auto y para un viernes a las 9 de la mañana, que no le importa si hay cámaras o no hay, que hace todo lo mismo. Estaba preparado, era para arruinar nuestras caras. No fue y pintó cualquier cosa. Porque todo lo que se anula, cuando rompen un mural, lo hacen de cualquier forma. No. Acá taparon todas las caras de arriba para abajo: los ojos, la boca. Y tiene varias interpretaciones. O decir que nos van a hacer pelota con la tortura y así vamos a quedar, o hacernos desaparecer.

Por lo que contabas siempre hubo amenazas, ¿hay más ahora?
Este era un caso especial porque era para nosotros el mural más lindo que se pintó de las Madres. Eran retratos, no una figura, éramos nosotras. Y enorme. Entonces el 23 de marzo fue una emoción muy grande [cuando se inauguró] y les dio mucha bronca porque era un lugar muy visible. Pero ahora cada vez que pase algo con un mural en una ciudad, va a haber tres. Así que se van a tener que tomar un trabajo más pesado.

¿Qué te generan las declaraciones negacionistas o en defensa de la teoría de los dos demonios por parte del Presidente y algunos funcionarios?
Es porque ellos son partícipes directos de la dictadura. Si vos ponés plata, tu empresa, para comprar armas, para tirar a los chicos vivos al río, para torturar, para violar, para armar campos de concentración, si ponés plata para eso, sos responsable de los crímenes. Entonces, cuanto menos se condene, se perdonan ellos mismos. No es que cuando perdonan a un militar o lo mandan a la casa es por él, no. Se están perdonando ellos también. Los jueces y ellos. Porque los jueces también son grandes cómplices.

¿En este panorama se encontraron reflotando consignas que creían dejadas atrás?
Las consignas de las Madres siempre tienen actualidad. Ni un paso atrás…

En cuanto al número por ejemplo, los cuestionamientos a los 30 mil…
Esas cosas yo no las discuto con ellos porque son mis enemigos. Yo con el enemigo no discuto. O lo puteo, lo re-puteo y lo mando a donde quiero, pero discutir no. Yo discuto con mis iguales. Con la gente que puede pensar diferente pero que está en la misma vereda. Pero ellos son mis enemigos. Son los torturadores, los violadores, los asesinos. Cómo voy a discutir con ellos. Para ellos, menos hay, menos culpa tienen. Como si un solo desaparecido no fuera un crimen de lesa humanidad.

¿En el modelo económico también ves paralelismos?
Es lo mismo que la dictadura, tal cual. La destrucción total de lo nuestro, gente sin educación, sin formación, chicos muy pobres, que no crezcan, que no consuman proteínas, que no vayan a la escuela, descalzos. Somos los negros de mierda. Y quieren que sigamos siendo los negros de mierda. Lo que no se dan cuenta es que hay miles y millones de pibes que están muy organizados y no van a permitir que nos sigan diciendo ‘negros de mierda’.

¿Contribuyeron ustedes como Madres a construir ese legado?
Algo hicimos. Alguna semilla sembramos.

¿Cuál es el mensaje de Hebe, a 40 años de Madres?
Lo más importante que tiene que saber la gente es que la lucha es de todos los días. Que es la vida misma esto. Que ya tuvimos un peronismo que nos dio todo, y un odio racial, de clase, que quiso destruirlo. Hoy todo el mundo habla de Perón y de Eva pero nadie se acuerda quién los sacó y qué hizo con el peronismo. Ni se acuerdan de los nombres ni saben quiénes son. Con Cristina y Néstor va a pasar igual. Pasará lo que pasará, pero de ellos nadie se va a olvidar. Porque nos dieron 12 años que le mostraron a mucha  gente cuáles son sus derechos. También, cuáles son sus deberes. Me parece que lo que hay que mirar es eso. Hay que leer mucho los discursos de Cristina, los de Néstor. No pedir tanto qué va a hacer Cristina, adónde va a ir. Sino qué vamos a hacer nosotros. Los pibes que están trabajando, y mucho, eso me da mucho orgullo. Somos el único país de Latinoamérica que tiene tanta juventud organizada. Mirá que yo recorro y voy a todos lados. No hay, en ningún lado. Ni en Bolivia, ni en Chile –menos-, ni en Brasil, ni en Ecuador. No hay juventud organizada. Así como está la nuestra, trabajando en los barrios. Como en Monte Chingolo, que hay 30 puestos de pibes que están trabajando para que la gente tenga para comer. Lo mismo que el padre Paco en la isla Maciel. O en Villa Itatí. Son lugares muy grandes donde hay muchas necesidades. Y me parece que hay muchas formas de hacer solidaridad y los pibes lo están haciendo. Nadie sabe, pero no lo hacemos para que se sepa. Lo importante es que pasa.

Entrevista a Hebe de Bonafini, a 40 años del surgimiento de Madres.


Entrevista: Luciana Rosende.
Fotos y video: Leila Lobos.