La discusión en torno a los desafíos que tendrá el próximo Gobierno en materia económica y las salidas posibles a esos problemas irrumpió con fuerza en las últimas semanas, colonizando la discusión política previa a la segunda vuelta presidencial.
Retraso cambiario, déficit fiscal, bajas reservas, inflación alta (aunque en caída en los últimos meses), elevada presión tributaria y baja competitividad sistémica son parte del paquete de problemas que heredará la próxima administración, según el diagnóstico que hacen tanto los economistas que asesoran a Mauricio Macri como los que escucha Mauricio Macri.
La diferencia, en cambio, se da en el plano de las soluciones propuestas. O más bien, en la velocidad de los cambios y sus plazos.
Dime qué harás y te diré quién eres
Los referentes económicos de Cambiemos, tanto los que Macri muestra (Alfonso Prat Gay, Hernán Lacunza y Rogelio Frigerio) como los que oculta (el ex protagonista del megacanje Federico Sturzenegger, el antiguo funcionario menemista Carlos Melconian, y Carlos Bastos, protagonista de la privatización de las empresas estatales de gas y de distribución de energía eléctrica bajo el ala de Domingo Cavallo) y otros tantos de contacto menos asiduo (como los radicales o filoradicales Martín Tetaz, Adrián Ramos y Lucas Llach, los integrantes de Fundación Pensar Francisco Cabrera, Luciano Laspina y Miguel Braun, y el director de la consultora EconViews, Miguel Kiguel) creen que la solución debe ser "de shock", al menos en el plano cambiario.
¿Qué quiere decir esto? Que
en el primer mes de su eventual gobierno, llevarían a cabo una devaluación del peso de magnitud. Según confiesan algunos de estos referentes en
off the record, el plan es que el dólar en su cotización oficial pase en el primer mes de $9,50 a poco más de $13, es decir, una devaluación en el orden del 40%.
De ahí la importancia de la frase de
Daniel Scioli, que salió a adelantar que si se convierte en el próximo Presidente, el dólar no superará los $10 en el verano. Es que, entre los referentes del gobernador en materia económica (entre los que se destacan Miguel Bein y Marina Dal Poggeto, del Estudio Bein & Asociados, la ministra bonaerense Silvina Batakis, Sergio Woyecheszen, de la Fundación Pensar, y el ex ministro nacional Miguel Peirano) prima la visión gradualista y son fuertemente críticos de el enfoque de shock, dado que -según postulan- llevaría a una pérdida del salario real de los trabajadores, un incremento de la pobreza y la desigualdad y una inflación mayor a la actual. ¿Es así?.
Rebobinemos
Lamentablemente, no es la primera vez (ni la segunda, ni la tercera, ni...) que Argentina llega a la instancia de cambio de gobierno con problemas económicos que describíamos. Como suele decir el economista Juan Carlos de Pablo, la historia económica argentina es "ciclónica"
. Las sucesivas crisis son seguidas de años de bonanza en los que se acumulan nuevas distorsiones, que derivan en nuevas crisis, y así sucesivamente. Cada una con su particularidad, pero todas con ciertos rasgos comunes, a los que la Argentina de hoy solo escapa parcialmente.
Lo positivo, desde una mirada optimista, es que
los errores pasados nos podrían echar algo de luz sobre los problemas presentes. De lo contrario, caeríamos en lo que postulaba Albert Einstein: "Locura es hacer lo mismo una y otra vez y esperar resultados diferentes”. Veamos, entonces, qué dice la vasta experiencia argentina sobre las consecuencias de las devaluaciones.
"La primera fue en octubre de 1958, cuando el flamante gobierno de Arturo Frondizi modificó la paridad cambiaria en 68,2 por ciento y la inflación se aceleró a 113,7 por ciento anual. La segunda fue en abril de 1962 con el gobierno de José María Guido y el ministro de Economía, Federico Pinedo, que liberalizó el mercado cambiario y con fuertes devaluaciones mensuales el alza del tipo de cambio nominal fue de 64,5 por ciento en el año. La siguiente fue en junio de 1975, cuando el ministro de Economía, Celestino Rodrigo, ajustó 99,3 por ciento el tipo de cambio nominal, junto a una liberación de precios y suba de tarifas, con congelamiento de salarios. En 1981, el nuevo ministro de Economía, Lorenzo Sigaut, comenzó una sucesión de fuertes devaluaciones el 2 de abril hasta terminar el año con un aumento del tipo de cambio nominal de 225,8 por ciento. La quinta gran devaluación fue en febrero de 1989 cuando la paridad cambiaria subió 61,1 por ciento en relación con el mes anterior. Por último, la de enero de 2002 con el estallido de la convertibilidad y posterior devaluación violenta: la paridad trepó de 1 a 3 pesos por dólar de diciembre de 2001 a marzo de 2002", enumera el economista Alfredo Zaiat en una columna publicada en Página 12. Todos años en los que el mismo Kiguel, cercano a Cambiemos, reconoce como años de crisis en su libro
Las crisis económicas argentinas, editado este año.
Asimismo,
no fueron menores los impactos de las devaluaciones sobre tres indicadores claves como lo son la tasa de desempleo, el salario real (es decir, la evolución del sueldo descontada la inflación) y el Producto Interno Bruto (PIB).
Las experiencias son concluyentes. Según datos de la consultora Orlando J. Ferreres & Asociados, del Indec (mucho antes de su intervención en 2007) y del Sistema Integrado de Jubilaciones y Pensiones (SIJP), en todas las devaluaciones hubo caída del salario real (con un récord de -21% en 1959) y del PIB (de -11% medido a precios constantes en 2002), mientras que el desempleo aumentó en todas las oportunidades menos en una (1958) en que cayó y otra (1975) en que se mantuvo estable.
Por otro lado,
a todas las devaluaciones le siguió un crecimiento de la inflación en los meses siguientes a raíz del traslado a precios (lo que se conoce como
pass-through en economía). A propósito de eso, en declaraciones al programa radial No somos nadie, la ministra de Economía bonaerense Silvina Batakis cuestionó a la oposición. “Dicen que van a bajar la inflación pero todas las propuestas de Cambiemos son inflacionarias”, dijo en línea con lo que había planteado el jefe de Gabinete Aníbal Fernández cuando aseguró que “si gana Macri, habrá una devaluación de 67% y una inflación de 50%".
Sucede que en Argentina, el recorrido que hacen los productos desde la materia prima hasta el producto final (la cadena de valor) está atravesado por varias instancias vinculadas al dólar. Al momento de la producción, buena parte de las maquinarias, patentes y componentes utilizados (autopartes, partes para ensamblaje, etc.) se importan en dólares, con lo cual si el tipo de cambio crece, los costos del productor crecen y por ende, también lo hacen los precios del producto final. Como contrapartida, los salarios (por la devaluación y por la inflación) decrecen.
De esa manera, con precios en alza y salarios a la baja, en experiencias pasadas la demanda cayó al cabo de un tiempo, lo que llevó a la crisis y luego, a una reactivación económica que fue presentada como un éxito a veces hasta por la misma administración que llevó adelante el ajuste anterior. Cualquier parecido con la realidad actual, no es pura coincidencia.