La semana pasada estuvo signada entre otras cosas por el debate que despertó el índice de pobreza publicado por el Observatorio de la Universidad Católica Argentina. Lejos de adentrarnos en esa polémica sobre
si el alcance de su muestra y metodología es válida, sobre la fiabilidad o no del INDEC y demás, puede aprovecharse la oportunidad para ir más a fondo en las causas del debate.
En un artículo llamado "Grietas en el Trabajo" publicado en
Le Mond Diplomatique , Juan M. Graña explica la complejidad del proceso económico del período 2003-2014. Plantea que había en noviembre de 2014 tres síntomas de alarma en el mercado de trabajo argentino: suspenciones aisladas de personal, estancamiento de la creación de empleo en el sector privado y aumento de la informalidad laboral (monotributistas, vendedores ambulantes, subocupados). Se pregunta qué pasó que se frenó el amplio crecimiento producto del círculo virtuoso iniciado en 2003, donde había 25% de desocupación, 42% de empleo informal y 50% de pobreza; y que nos permitió llevar esos números a 7,5%, 32% y 15% respectivamente en 2014.
Devaluación, pago al FMI y retenciones
Dice Graña: "El quiebre de tendencia se produjo en 2007 (en el caso de la desocupación), 2008 (en el caso de la precariedad) y 2010 (en el caso de la pobreza). La piedra fundante de la recuperación fue la salida de la convertibilidad, mediante la devaluación. Permitió un nuevo tipo de cambio real, inaugurando un nuevo modelo basado en la producción de bienes industriales, que desplazó a un segundo plano el sector de servicios, generando expansión de empleo vía PyMEs. El impulso a la demanda provino de la multiplicación de la renta del campo y del Estado, que se apropió de una parte de ella vía retenciones y las volcó en la industria vía subsidios y a la sociedad mediante programas sociales anti desempleo que fomentaron el consumo".
Lo novedoso de Graña es el enfoque que marca los límites del modelo aún antes de la 125 y de la crisis internacional. El autor hace foco en el rezago productivo de la estructura industrial argentina. En la falta de productividad comparado con otros países. Dice Graña: "En el capitalismo, las empresas buscan valorizar su capital compitiendo en el mercado: el principal mecanismo para triunfar es la reducción de costos que se logra, en términos generales, a través del aumento de la productividad. Si no logran sostener el ritmo de la competencia, quiebran. Pero antes pueden recurrir a "
fuentes extraordinarias de financiamiento", que son tres.
La primera es la apropiación de la renta de la tierra, sea directamente o a través del Estado y sus subsidios. La
segunda es la reducción de costos a través del deterioro de las condiciones de empleo de los trabajadores (
salario real).
La tercera es el endeudamiento externo, que permite financiar ese rezago durante un tiempo, aunque su posterior repago profundiza el problema."
Una vez cancelada la deuda con el FMI en 2005, que permitió retomar el control en la asignación de recursos plasmado en el presupuesto, se desarrollaron políticas económicas heterodoxas, como la política de subsidios que apalancó a la industria sin perjudicar al salario real hasta que en 2008 el “campo” produjo su rebelión fiscal. Allí comienza la inflación, el tironeo por la manta corta entre el capital y el trabajo. Pero la inflación no solo erosiona la capacidad adquisitva del salario, también resta competitividad a los productos manufacturados exportables, encareciendo la moneda. Si los empresarios no invierten fuerte en el recambio de maquinarias que asegure productividad, buscan retener los márgenes de ganancia realizando una ofensiva para reducir el salario real via remarcación de precios y piden devaluación.
Sin la capacidad de financiamiento externo mediante endeudamiento y agotada la posibilidad de trasladar la renta agraria diferencial a la industria, en 2008 se estatizan las ex AFJP. Medida que posibilita al Estado financiarse con una base material y desplegar toda una batería de políticas heterodoxas impedidas por la injerencia previa del FMI y la falta de recursos.
La política anticíclica de sostenimiento de la demanda agregada, del mercado interno (trabajadores, industriales, jubilados, comercio, servicios), inyectó recursos en la base de la pirámide: nuevos jubilados y dos aumentos por año, Asignación Universal por Hijo, ProCrear, ProCreAuto, Programa de Cooperativas Argentina Trabaja-Ellas Hacen. Si "estar aislados del mundo" (financieramente) nos preservó de la debacle mundial, eso no necesariamente le sucedió a nuestros principales socios, y aunque China siguió comprando soja, Brasil sufrió una fuerte desaceleración económica, y por ende nuestra industria también.
No obstante, mediante paritarias, el salario nominal siempre le ganó unos puntos a la inflación con lo cual el salario real no decayó y en ciertos sectores de la industria, incluso siguió aumentando. Fue 2014, luego de la devaluación de enero, el primer año en que esto no pasó. ¿Cómo se llegó a eso?
Muerte de Néstor Kirchner y agonía del Modelo: fin de los superávits gemelos
Con la ausencia de Néstor Kirchner se aflojó el dispositivo de control a la clase dominante argentina y esto fue aprovechado. La fuerte corrida cambiaria (fuga de capitales) inmediatamente posterior al triunfo de CFK en 2011 redujo las espaldas del Banco Central, que quedó muy disminuido. En sólo dos años (2011 y 2012), mientras se festejaba el 54%, Repsol vació YPF al punto tal que no quedó más opción lógica que renacionalizarla. El agujero energético y la importación de combustibles en que derivó se llevaron puesto el superávit comercial, y con él murió el superávit fiscal.
En su reciente entrevista televisada a Kicillof, Verbitsky volvió sobre temas que en su momento tocó a través de Eduardo Basualdo, economista de la CTA: "Hace dos años, cuando el precio del barril de petróleo superó los cien dólares, el gobierno empezó a prestar atención al peso de los combustibles sobre la balanza comercial. A partir de entonces el saldo energético pasó a ser negativo. La respuesta fue la recuperación de YPF, en lo que Kicillof tuvo un rol central. El déficit energético, que en 2012 fue de 2.500 millones de dólares, palidece ante el del complejo automotriz, que es casi del doble, y el del sector de bienes de capital que apunta a triplicarlo. Entre los tres, devoraron tres cuartos del superávit comercial de 2011 y la mitad del de 2012. Tanto el cuadro de situación automotriz como la tecnología del destornillador implantada en Tierra del Fuego, reflejan la enorme extranjerización de la economía argentina. Con una integración de partes nacionales que apenas excede del 20 por ciento, el complejo automotriz arrojó en 2012 un desequilibrio de 4400 millones de dólares, que llegó a 6850 millones en el caso del sector de bienes de capital. La industria automotriz fue un gran dinamizador de la producción, el empleo, las exportaciones y el consumo, pero no puede seguir siendo por tiempo indefinido el principal motor del crecimiento. Peor es el cuadro de Tierra del Fuego: su déficit es mayor, los niveles de empleo son menos significativos y no han tenido éxito los intentos de avanzar en la integración de partes nacionales, aún las más elementales".
Fuga de capitales, retención de cosechas y devaluación
En ese escenario, la decisión de las pocas principales exportadoras de granos en 2014 de retener el 50% de la cosecha de soja tuvo el timming necesario para que la negativa de generar divisa junto a la fuga de capitales intensificara como nunca la presión devaluatoria. Es necesario diferenciar ambas devaluaciones, la de 2002 y la de 2014. Más allá del porcentaje, una devaluación impacta por igual a todos aquellos trabajadores con ingresos fijos.
El día que devaluó, Cristina anunció el plan “Progresar” de incentivos a la terminalidad de estudios secundarios y terciarios, señalando la intención de inyectar ingresos en la base de la pirámide para atenuar el impacto devaluatorio en los más débiles. ¿Por qué se devaluó? Para que el campo y la industria volvieran a traccionar la economía. Pero con el campo especulando (más de la mitad de la cosecha retenida y el precio cayendo más de un 30% desde su pico) y Brasil sin crecer y devaluando, se devoró todo la inflación.
Los buitres
El inoportuno fallo de Griesa a favor de los fondos buitres, dinamitó la opción por el financiamiento externo que se venía ensayando con el pago de la indemnización a Repsol, los pagos en el tribunal CIADI y la cancelación de la deuda con el Club de París. El ministro Kicillof con su innovadora medida de swap con China y Rusia no solo extendió el famoso “puente de plata” de reservas para impedir corridas hasta la fecha que se liquidara el grueso de la cosecha, sino que emitió un fuerte mensaje geopolítico con acento BRICS.
Hoy ya vencida la cláusula RUFO (que nos hubiera hecho caer la reestructuración de la deuda al incluir al 93% que sí arregló), donde ya no hubieran sido 1600 millones de dólares sino en el mejor de los casos 7 mil millones (y en el peor 15 mil millones, dado que los otros bonistas de ese 7% fuera ahora
quieren el mismo arreglo que Singer). No es un panorama tan oscuro, ya que el monto total es aún inferior al de un año de importación de combustibles, 15 mil millones de dólares, por compararlo con algo.
El nuevo gobierno
Muchas medidas macroeconómicas correctas, que en el fondo son políticas virtuosas, a veces corren el riesgo de volverse rigideces ideológicas que atenten contra el fin primero perseguido en un contexto diferente. La deuda y los subsidios son dos claras muestras de ello. Una cosa es la deuda como valorización financiera, como modelo para tapar el agujero de las privatizaciones y como forma de pagar sueldos estatales nacionales y deudas provinciales. Ahora, ¿Nunca jamás el financiamiento externo como herramienta? ¿Ni para represas en el sur, o Atucha III, o mega proyectos mineros o petroleros? ¿Es imposible redireccionar los subsidios? Es verdad que el gobierno de CFK tuvo la intención al menos dos veces, y tuvo que retrotraer por una mala aplicación primero y por el choque del tren en Once la segunda vez.
Dice Aldo Ferrer que un gobierno debe generar densidad nacional para poder impulsar el desarrollo en tiempos de globalización. Generar espacios de rentabilidad que movilicen el ahorro argentino y lo transforme en inversión, que se complemente, mas no sustituya, con inversión extranjera. Es la única forma de obturar el proceso de descapitalización permanente. Ese ahorro interno, el crédito, debe estar estratégicamente dirigido. El kirchnerismo deja una sociedad integrada socialmente, con una inversión en educación y una repatriación de científicos que garantiza un impulso a la ciencia y tecnología. También ha producido una emancipación cultural en términos de soberanía. Existe una estabilidad institucional donde los conflictos son procesados con instrumentos como el Congreso Nacional (2008-2009) o las paritarias. Es en este contexto que puede producirse una "industrialización de la ruralidad" (Julián Domínguez) o generar un proceso de industrialización mayor con YPF y la industria minera como eje.
Nada será suficiente mientras la actividad financiera genere más renta que la industrial. Hoy los bancos junto a las grandes cadenas de electrodomésticos y consumo (Fávrega, Garbarino, Coto, etc.) son los grandes beneficiarios del sostenimiento de la demanda agregada y la bancarización de las prestaciones sociales. Esto debe cesar, máxime cuando las doscientas mayores empresa argentinas están grandemente centralizadas y extranjerizadas. No se sorteará este cuello de botella oligopólico con el garrote "a lo Moreno" (sea reventando cuevas o con "precios cuidados") o el micromanaging de los planes de cuotas, eso son sólo salidas coyunturales que permiten ganar tiempo. Necesitamos planteos estructurales.
La Agenda de Scioli
Cuentan Pablo Ibáñez y Walter Schmidt en su biografía “Scioli Secreto” algunas de las ideas de lo que Scioli propone como “la agenda del desarrollo”. Allí puede observarse la negativa a endeudarse para pagar gastos corrientes, pero si para solventar mega obras de infraestructura, energía o transporte. Su predilección por el modelo de “aparcería ” al estilo brasileño, de asociación público-privada donde el privado invierte y usufructúa cierta cantidad de años y luego el dominio vuelve a manos del estado. La necesidad de impulsar la minería responsablemente, ya que es multiplicadora de industrias y generadora de PyMEs. La necesidad de reducir la inflación, no enfriando la economía y el consumo, sino potenciando la inversión y la oferta. Es muy posible que se realicen mini devaluaciones, como la que realizó durante años el kirchnerismo con el “tipo de flotación de cambio sucio o administrado”, y que se intente conseguir financiamiento externo.
Todo lo cual ratificó Scioli en su cena lanzamiento con empresarios en Costa Salguero del “Círculo Celeste y Blanco” con textuales como: “Aspiro a ser el presidente de las PyMes”, “Las alianzas con China y Rusia son estratégicas”, “Sigo las tres T del Papa Franciso: Tierra, Techo y Trabajo”. “Las tres I: Inversión, Investigación e Innovación”. “Exigirle a la banca privada que se oriente al crédito productivo que crea dignidad y no a la especulación financiera que crea indignados”.
Lo importante será ver si la asociación estratégica con Brasil se fortalece (más allá de una predilección BRICS o eje USA-Europa en la política exterior) y el mercado interno se protege, tanto de las importaciones como de la voracidad empresaria de apalancar su crecimiento mordiendo el salario real conseguido en estos años de recuperación económica.
Notas:
Graña, Juan M. "Grietas en el Trabajo". Le Monde Diplomatique, noviembre 2014.
Basualdo, Eduardo. "La economía argentina de la posconvertibilidad en tiempos de crisis mundial". CIFRA-CTA, 2010.
Ferrer, Aldo. "Vivir con lo nuestro". Fondo de Cultura Económica, 2009.
Ibáñez y Schmidt: “Scioli Secreto”, Sudamericana, 2014.